miércoles, 31 de agosto de 2016

Charles Sanders Peirce, La ciencia de la semiótica

"(...) Acentuamos el hecho de que la semiótica se propone el análisis de la dimensión significante de todo hecho desde el momento en que se asigna su pertinencia: el régimen de determinaciones objetivas que hacen significativo a lo real. Todo aquello hacia lo que apunte su mira conceptual se convierte desde ese momento en objeto semiótico, como si lo hubiese tocado el rey Midas. Se propone así como una teoría de lo ideológico, a poco que se acepte que los ‘sistemas de representaciones colectivas’ no preexisten como objetos científicos a menos que estén determinados teóricamente como tales. Sólo se podrán reproducir racionalmente los procesos objetivos de la metabolización significativa de lo existente, aceptado que lo ideológico no es una práctica, sino una dimensión, teóricamente determinada, de cualquier práctica social. Tampoco es un ‘nivel’ de significación, sino la condición de posibilidad de existencia de cualquier nivel de significación (…)", sostiene en el prólogo Armando Sercovich.

La ciencia de la semiótica (Buenos Aires, Nueva Visión, "Colección de semiuología y epistemología", 1974) fue durante mucho tiempo la única selección en castellano de los escritos de Charles Sanders Peirce a la que los lectores argentinos podían, con gran esfuerzo, tener acceso. Se puede leer completa aquí.


Heriberto Muraro, "Comunicación y teoría sociológica"

En 1977 el especialista argentino Heriberto Muraro (Buenos Aires, 1937) publicó una selección de textos llamada La comunicación de masas (Buenos Aires, Centro Editor de América latina, “Los fundamentos de las ciencias del hombre”) que reunía una serie de textos de autores clásicos de los estudios de la comunicación, que por entonces no gozaban de la popularidad que sí tienen en la actualidad. 

La selección estaba antecedida por un interesante prólogo que escribió el compílador, introductorio a la materia, titulado “Comunicación y teoría sociológica”, que puede leerse aquí.


Roland Barthes, "Retórica de la imagen" y "El mensaje fotográfico"

“(…) Ahora bien, aun cuando la imagen sea hasta cierto punto límite de sentido (y sobre todo por ello), ella nos permite volver a una verdadera ontología de la significación. ¿De qué modo la imagen adquiere sentido? ¿dónde termina el sentido? Y si termina, ¿qué hay más allá? Tal lo que quisiéramos plantear aquí, sometiendo la imagen a un análisis espectral de los mensajes que pueda contener. 

Nos daremos al principio una facilidad considerable: no estudiaremos más que la imagen publicitaria. ¿Por qué? porque en publicidad la significación de la imagen es sin duda intencional: lo que configura a priori los significados del mensaje publicitario son ciertos atributos del producto, y estos significados deben ser transmitidos con la mayor claridad posible; si la imagen contiene signos, estamos pues seguros que en publicidad esos signos están llenos, formados con vistas a la mejor lectura posible: la imagen publicitaria es franca, o, al menos, enfática. (…)”  

Para la semiología europea, que sigue la tradición de la lingüística, la formalización del estudio de los signos visuales en general y la fotografía en particular supuso un desafío. La “Retórica de la imagen” de Roland Barthes es sin duda un aporte invalorable en ese sentido, que ya forma parte obligada de la bilbliografía de respaldo para quienes se inician en esa problemática. Puede leerse completo aquí

Y aquí otro ensayo del mismo autor, "El mensaje fotográfico", una suerte de continuidad conceptual del anterior aunque aplicado en este caso a la fotografía del periodismo.


El número 4 de la revista Communications, "Recherches sémiologiques"

Elaborado en el marco del Centro de Estudios de la Comunicación de Masas, como parte de la École Pratique des Hautes Études de Francia, en 1964 la editorial Seuil publicó en París el número cuatro de la revista Communications. La entrega tenía una orientación temática única, y fue colocada bajo el título general de “Recherches Sémiologiques” (Investigaciones semiológicas).

La entrega abre con una breve introducción y cierra con una bibliografía crítica general del área; compila centralmente cinco artículos. El primero, el más extenso y significativo puesto que traza una suerte de programa de investigación para el desarrollo de la semiología, es el clásico de Roland Barthes llamado “Elementos de semiología”. Le siguen dos ensayos destinados a la semiología literaria: “El mensaje narrativo” de Claude Bremond y “La descripción de la significación en literatura” de Tzvetan Todorov. Los sigue “Retórica de la imagen”, de Barthes, un trabajo pionero para el estudio de la imagen fotográfica desde la perspectiva de la semiología (algunas ediciones posteriores de la revista al igual que sus traducciones al castellano sumaron otro artículo de Barthes de temática similar: “El mensaje fotográfico”). El último es “El cine: ¿lengua o lenguaje?”, de Chistian Metz.

Desde el momento de su aparición Comunicaciones 4 se convirtió en un texto clave y fundante de los estudios semiológicos. Se lo puede leer completo aquí en su lengua original. 


El número de la misma publicación dedicado al “Análisis estructural del relato”, en su versión castellana de la colección “Comunicaciones”, dirigida por Eliseo Verón para la editorial porteña Tiempo Contemporáneo, se encuentra completo aquí


jueves, 25 de agosto de 2016

Denis McQuail, Introducción a la teoría de comunicación de masas

Denis McQuail, sociólogo británico, nació en 1935. Es profesor emérito de la Universidad de Amsterdam, especialista en comunicología. Su Introducción a la teoría de comunicación de masas (Barcelona, Paidós, 1985) es ya parte de la bibliografía básica y más consultada del área.

Dice la contratapa del grueso volumen de casi 600 páginas: “El presente libro, convertido en un clásico casi desde el momento de su aparición, constituye una amplia introducción a los medios de comunicación de masas. Aborda los principales elementos constitutivos de la comunicación de masas -el emisor, el mensaje y las audiencias-, así como las diversas formas que adopta en las sociedades contemporáneas -televisión, radio, prensa, cine y música -, sin olvidar las nuevas tecnologías de difusión electrónica -por cable y por satélite-, y, de este modo, a lo largo de la obra, demuestra la importancia de las teorías de la comunicación de masas para la comprensión de la sociedad y la cultura en general.

Esta tercera edición, revisada y ampliada teniendo en cuenta las investigaciones y los trabajos críticos más recientes, no sólo mejora la calidad del texto, sino también su presentación. Y además insiste especialmente en las facetas más actuales del tema: las relaciones entre los sexos, la globalización de la comunicación, la investigación de las audiencias y de la recepción, las estructuras e instituciones mediáticas y la evaluación de sus resultados”.

Puede leerse completo aquí.


Los Elementos de semiología de Roland Barthes

Elementos de semiología es un libro escrito por el crítico y pensador Roland Barthes (1915-1980). El original en francés fue publicado por Editions du Seuil en 1964, y desde comienzos de los setenta su traducción al castellano se ha reproducido en múltiples versiones, en compilaciones junto a otras obras o en forma autónoma.

Barthes plantea en este ensayo que la semiología tiene por objeto todos los sistemas de signos, cualquiera fuere la sustancia y límites. Metodológicamente debe considerarse a la semiología como una “lingüística ampliada”, y por ese camino, que deriva de la lingüística estructural, sus diferentes apartados se organizan siguiendo las dicotomías saussureanas: lengua y habla, significado y significante, sintagma y sistema, y denotación y connotación.

Puede leerse entero aquí.


La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica

Walter Benjamin (Berlín-Portbou, 1892-1940) fue un inigualable filósofo y ensayista alemán. Su pensamiento se asocia con la Escuela de Frankfurt y la “teoría crítica”. Hasta la actualidad, su obra ha sido de un impacto inmedible sobre la obra de los más diversos intelectuales del mundo.


Entre sus ensayos destaca una pieza de 1936: “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (Discursos interrumpidos I, Buenos Aires, Taurus, 1989), que puede leerse aquí.


Eliseo Verón, Semiosis social y contrato de lectura

Eliseo Verón (1935-2014) fue un semiólogo, sociólogo y antropólogo argentino. En 1961 obtuvo la Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, y un año más tarde asistió a un seminario de Roland Barthes en la École pratique des Hautes Études, donde descubre la semiología saussuriana, de la que después se apartaría. Verón reconoció en aquel momento a Claude Lévi-Strauss como su principal referente, y estuvo a cargo de la primera traducción al español de la Antropología estructural de Lévi-Strauss. En 1974 fundó en Buenos Aires, junto a Oscar Steimberg, Juan Carlos Indart y Oscar Traversa la revista LENGUAjes, publicación que significó la introducción de la semiótica en la Argentina.

Entre sus textos más destacados se encuentra La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad (Buenos Aires, Gedisa, “El mamífero parlante”,1988), que puede leerse completo aquí.

Uno de sus ensayos breves más utilizado en los estudios superiores es “El análisis del ‘contrato de lectura’, un nuevo método para los estudios de posicionamiento de los soportes de los media” (en Les Medias: experiences, recherches actuelles, aplications, París, IREP, 1985) que puede consultarse aquí.


El Cours

Ferdinand de Saussure (1857-1913), lingüista suizo cuya única obra está considerada la piedra fundante de la lingüística como ciencia. En contra de las enseñanza de su maestro, el neogramático August Leskien, dio vida teórica y metodológica a la "lingüística estructural" en el marco de la llamada Escuela de Ginebra.

En 1916, de la mano de sus discípulos, se publicó el Curso de lingüística general; tres décadas más tarde, en 1945, el filólogo español Amado Alonso lo tradujo al castellano para la editorial Losada de Buenos Aires. Su clásica definición de semiología se encuentra el apartado respectivo del capítulo tercero de la introducción. El libro completo puede leerse aquí.


viernes, 19 de agosto de 2016

Umberto Eco y sus estudios semióticos

Periodista, escritor y filósofo italiano, uno de los iniciadores de la semiótica contemporánea en la Europa continental, Umberto Eco nació en su Italia en 1932 y allí murió en 2016.

El autor de la popular novela El nombre de la rosa se doctoró en filosofía y letras en la Universidad de Turín en 1954, con un trabajo que publicó dos años más tarde con el título El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956); trabajó como profesor en esa casa de altos estudios y en la de Florencia antes de ejercer en la Universidad de Milán. Más tarde se convirtió en profesor de comunicación visual en Florencia (1966), y .fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios Obra abierta (1962) y La estructura ausente: introducción a la semiótica (1968). También fue cofundador  a fines de los sesenta de la Asociación Internacional de Semiótica, de la cual era secretario. Desde 1971 ocupó la cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia; cuatro décadas más tarde, en febrero de 2001, creó en esa ciudad la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, iniciativa académica solo para licenciados de alto nivel “destinada a difundir la cultura universal”, según su declaración de principios.

Su obra es vasta. Aquí puede leerse completo uno de sus clásicos, Apocalípticos e integrados, de 1968.

Redactó una introducción al análisis semiológico con el título Signo en 1973, cuya traducción puede leerse aquí.


Sus piezas más consultadas y bibliografía básica de la materia que aquí interesan, La estructura ausente y el Tratado de semiótica general, publicados originalmente en 1974 y 1976, se pueden leer completos aquí y aquí.


El giro semiótico según Paolo Fabbri

Paolo Fabbri nació en (Rimini en1939), si bien se ha desempañado en diversas áreas ha destacado especialmente en los estudios semiológicos.

Enseñó Semiótica junto a Umberto Eco en la Universidad de Firenze sobre fines de los años sesenta, y hasta 1976 dictó la cátedra de Filosofía del lenguaje en el Instituto de Lengua de la Universidad Urbino. En el marco de esta última institución fundó en 1970 junto a Carlo Bo y Giuseppe Paioni el Centro Internacional de Semiótica y de Lingüística, la primera escuela internacional de estudios semióticos, después de la de Tartu (Estonia) iniciada por Jurij Lotman.

Entre sus múltiples publicaciones destaca el ensayo llamado El giro semiótico (Barcelona, Gedisa, “El mamífero parlante”, 2000): “La idea básica del giro semiótico es que no se puede como se creía, descomponer el lenguaje en unidades semióticas mínimas para recomponerlas después y atribuir su significado al texto del que forman parte. Debemos tener en claro que a priori, nunca lograremos hacer una operación de este tipo. En cambio, podemos crear universos de sentido particulares para reconstruir en su interior unas organizaciones específicas de sentido, de funcionamientos de significado, sin pretender con ello reconstruir al menos de momento, generalizaciones que sean válidas en última instancia (…)”.

El libro puede leerse completo aquí.


miércoles, 17 de agosto de 2016

Charles Sanders Peirce: el éxtasis de los signos

Destinado principalmente a los estudiantes que cursan en el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires, en 2004 Roberto Marafioti publicó Charles S. Peirce: el éxtasis de los signos (Buenos Aires, Biblos, “Ciencias del lenguaje”). El profesor argentino que se especializa en estudios semióticos en sus cátedrsa de la UBA y la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, dedica el volumen -que ya alcanzó su tercera edición- a reseñar el conjunto de la vida y la obra del pensador estadounidense.

Después de una advertencia (donde el autor apunta los problemas que presenta para su comprensión la obra peirceana por su monumentalidad y fragmentación, advierte sobre los obstáculos que suma leerla en su traducción castellana), el tomo se estructura en una introducción y seis capítulos.

El punto central de la introducción es la confrontación de los conceptos semiología y semiótica, que llevan necesariamente a contraponer las ideas que sobre el signo desarrollaron Ferdinand de Saussure y Peirce.

El primer capítulo tiene un contenido biográfico, y resultan particularmente interesantes los datos sobre la “vida académica” de Peirce en el contexto de los Estados Unidos después de la Guerra de Secesión y en medio de la expansión de su sistema escolar, universitario y científico.

El capítulo segundo detalla las “Etapas, categorías y conocimiento” del pensamiento peirceano.

El tercer capítulo da cuenta de la clasificación de las ciencias propuesta por Peirce, con el claro objetivo de observar el lugar que dedica a la semiótica. El epígrafe de apertura reproduce la clásica definición de la semiótica peirciana y en el cierre se detallan los tres territorios que componen a la semiótica: la gramática, la lógica y la retórica. A ellos se destinan los tres apartados finales.

El capítulo cuarto se denomina “Gramática semiótica”. En él se describe fenomenológicamente al signo y sus componentes, y a continuación se desarrollan su tipología y clasificación.

El capítulo quinto lleva por título “Lógica crítica”. Aquí se parte de definir la idea de verdad elaborada por Peirce y se describen los tres formas posibles del razonamiento, subrayando en particular a la abducción.

El sexto y último, “Retórica universal”, analiza las “condiciones formales de la comunidad”, la comunicación y los cinco modos de establecimiento de la opinión.

El volumen puede leerse completo aquí.


Pierre Guiraud, La semiología

Pierre Guiraud fue un lingüista francés, nacido en 1912 y fallecido en 1983. Se desempeñó como docente de esa especialidad en la Universidad de Niza. Si bien la mayor parte de sus publicaciones se centran en los estudios sobree la lengua, la estilística y la obra de diversos autores literarios (François Villon y Paul Valery, entre otros), cumplió también un importante rol de divulgador a través de la redacción de diversas introducciones destinadas a un público más amplio que el académico.


Así, en 1971 se dio a conocer bajo su firma la versión original de uno de los primeros y más populares y consultados manuales introductorios a la semiología. Su traducción al castellano fue obra de la editorial mexicana Siglo XXI y se distribuyó solo un año más tarde que el original francés.

De La semiología, el libro en cuestión, puede leerse el capítulo primero (pp.7-31) aquí. Y el volumen completo aquí.


Peirce, según Magariños de Morentin

Juan Ángel Magariños de Morentín nació en Pontevedra, España, en 1935 y murió en 2010 en el norte de la Argentina. Fue profesor e investigador, especialista en estudios semióticos; en esa área se desempeñó como profesor titular de Semiótica y Metodología de Investigación en la Universidad Nacional de Jujuy y en la Universidad Nacional de La Plata.

Entre sus múltiples publicaciones destaca el volumen  El signo. Las fuentes teóricas de la semiología: Saussure, Peirce, Morris (Buenos Aires, Hachette, 1983). Se trata, según su título lo anticipa, de un libro de estructura sencilla que, después de una introducción no demasiado extensa, dedica cada uno de sus capítulos centrales a las teorías del signo que se resumen en los tres clásicos apellidos mentados en la portada.

Entre ellos el más destacado es aquel en el que examina las nociones básicas elaboradas por Charles Peirce; ese apartado (pp. 80-112) puede leerse aquí. Y en este lugar el volumen en su totalidad.

Otro interesante ensayo es el que dedicó en 1984 a El mensaje publicitario; el cual fue revisado y ampliado para una nueva edición siete años más tarde (Buenos Aires, Edicial, 1991). Puede ser consultado de manera completa aquí.


viernes, 12 de agosto de 2016

Jan Mukařovský y la semiología del arte

Oriundo de la República Checa, Jan Mukařovský (1891-1975) fue un muy destacado teórico del arte y  la literatura. Se desempeñó como profesor de la Universidad Carolina de Praga e integró el célebre Círculo Lingüístico de esa ciudad. Se lo asocia con el estructuralismo temprano sobre todo por la influencia que sobre sus ideas tuvieron el formalismo ruso -en primer lugar los escritos de Iuri Tinianov- y la noción de signo del lingüista Ferdinand de Saussure. Por otra parte, debe relacionárselo con el funcionalismo de Roman Jakobson y, en un sentido amplio, con  la filosofía y la sociología de la cultura.

Su ensayo “Función, norma y valor estético como hechos sociales” es considerado ya clásico dentro de la antología básica de la crítica estética contemporánea. Aquí, sin embargo, se quiere destacar otro de sus textos, pionero en la estimación de la obra literaria desde la perspectiva de la semiología. Se trata de “El arte como hecho semiológico”, ponencia académica publicada en las actas de un congreso realizado en Praga en 1936, y recogida para su versión castellana en la compilación Escritos de estética y semiótica del arte (Barcelona, Gustavo Gili, 1977, pp. 35-42).

El ensayo completo puede leerse aquí.


Las categorías según Charles Peirce

Ficha de trabajo número 1

Charles Sanders Peirce (1839-1914): las categorías y las formas de la semiosis

Fundamentos

El estudiante que se vuelca al estudio de la compleja obra de Charles Peirce advierte de inmediato la importancia que tiene, para la elaboración general de su teoría, la noción de categoría. Puesto que quienes no han tenido en la escuela un acercamiento a conceptos básicos de filosofía suelen creer que tal noción de categoría es un “invento” de Peirce, aquí se busca subsanar ese error y a la vez acercar alguna ejercitación al respecto.

Son necesarios, en consecuencia, una etimología y una breve historización. La última edición del diccionario de la Real Academia Española indica que la palabra castellana categoría viene del vocablo latino categorĭa, y éste, a su vez, del griego κατηγορα. El último vocablo surge de la suma de otros dos: el verbo que transliterado se llama agorevo, que significa “hablar en público acerca de alguien”, “denunciar”, “atribuir”, más el prefijo kata, “contra”.  En sus páginas, la RAE consigna, además, media docena de acepciones; las que aquí interesan son las provenientes del campo de la filosofía y que deben ser entendidas, de alguna manera, como extensiones metafóricas de aquellas que originalmente acuñó la civilización griega clásica. Siguiendo el mismo diccionario: “En la lógica aristotélica, cada una de las diez nociones abstractas y generales, es decir, la sustancia, la cantidad, la cualidad, la relación, la acción, la pasión, el lugar, el tiempo, la situación y el hábito.(…) En la crítica de Kant, cada una de las formas del entendimiento, es decir, la cantidad, la cualidad, la relación y la modalidad. (…) En los sistemas panteísticos, cada uno de los conceptos puros o nociones a priori con valor trascendental al par lógico y ontológico”.

Como se ve, para Aristóteles, las categorías se relacionan con lo general, aquello opuesto a lo particular, pero que permite su comprensión puesto que en su relación material y directa con el mundo, el hombre se relaciona únicamente con particulares. Tengo ahora, en este instante, frente a mí, eso que observo, huelo, toco, produce en mí temor o simpatía; pues bien, ese contacto empírico inmediato se ve de pronto transportado a otro nivel del entendimiento ni bien lo designo: perro, es decir le atribuyo una palabra que es un universal Para el alemán Immanuel Kant las categorías son formas vacías, a priori (es decir, anteriores a la experiencia sensorial del mundo) y propias de esa entidad que, como idealista, el autor de la Crítica de la razón pura llama sujeto trascendental, o sea una construcción histórica, cultural, del género humano en tanto especie.

Los historiadores de la filosofía subrayan que los idealistas alemanes, el ya mencionado Kant y Georg Hegel, habrían sido los encargados de pulir y perfeccionar el concepto de categoría que heredaron de la antigüedad. Sobre todo Kant, quien para describir la función activa del sujeto concibió a estas categorías como formas vacías, estructuras, esquemas, que posibilitan la distinción, la jerarquización y el ordenamiento de la “información” sobre la realidad que se obtiene a través de los sentidos. Se puede observar que, pese a su importancia, esas categorías formales de poco servirían si no se “llenan” con el contenido que el mundo les inyecta gracias a la actividad sensorial; de igual modo, los datos que proveen los cinco sentidos serían un puro caos, carecerían de sentido -es decir, no podrían ser pensadas- si las categorías no permitieran su organización.

En resumen: “Ha habido numerosas tablas de categorías, entre las que sobresalen la de Aristóteles, seguido por las de los escolásticos, y en algunos puntos modificadas (sobre todo por los nominalistas ockhamianos), las de Leibniz, las de Kant y las de Hegel. Peirce reflexiona sobre todas ellas, y trata de llegar al esquema categorial más simple a la vez que más completo posible. En su búsqueda encontró la ayuda de los escolásticos, principalmente de Ockham, que buscaba una economía radical, y aplicaba su filosa navaja lógica a la ontología. Pero, también, Peirce se muestra sumamente innovador, pues toma y aplica esos elementos con mucha independencia y genialidad” (Mariluz Restrepo, Ser-signo-interpretante. Filosofía de la representación de Charles S. Peirce, Bogotá, Significantes de Papel, 1993).

Vale recordar aquí que Peirce fue un entusiasta lector de Kant y que alguno de sus biógrafos describen sus años de formación como “época kantiana” (lo cual no inhibe que en esos años también dedicara horas de estudio al tratamiento de esta misma cuestión en los escritos de Guillermo de Ockham y Gottfried Leibniz, entre otros de sus lecturas preferidas). Vale recordar también que, de acuerdo con Peirce, las ideas de los hombres deben describirse en los términos de signos; el pensamiento está constituido por signos, los razonamientos son operaciones con signos.

Juan Magariños de Morentin tradujo el fragmento que sigue de los Collected Papers: “1. La fuente de las categorías (1894).
1.300. La lista de categorías o, como Harris, el autor de Hermes, las llama, los órdenes filosóficos, es una tabla de conceptos extraídos del análisis lógico del pensamiento y considerados como aplicables al ser. Esta descripción se aplica no sólo a la lista que yo he publicado en 1867 y que aquí me propongo ampliar, sino también a las categorías de Aristóteles y a las de Kant. Estas últimas fueron, en mayor o menor medida, modificadas por diversos críticos, como Renouvier e, incluso más profundamente, por Hegel. Mi propia lista surgió originalmente del estudio de la tabla de Kant”.

Leer con detenimiento el párrafo, sobre todo la frase colocada en bastardilla, y relacionar con la etimología indicada al comienzo, sobre todo con la idea de “atribuir”.

¿Cuáles son las categorías para Peirce?
1-……….
2-……….
3-……….

Describir brevemente cuáles son las características principales de cada una de ellas.
1-……….
2-……….
3-……….

Leer las siguientes citas de Peirce y colocar a continuación en la línea de puntos a qué nivel categorial está haciendo referencia principalmente:

A-“Lo real es activo; lo reconocemos así llamándolo lo actual. (Esta palabra se debe al uso aristotélico de energeia, acción, para significar existencia, en cuanto opuesto a un mero estado germinal.)”
……….

B-“La idea de Primero predomina en las ideas de frescura, vida, libertad. Libre es aquello Cque no tiene a otro tras él, determinando sus acciones; pero, en la medida en que entra la idea de la negación de otro, entra la idea de otro; y tal idea negativa debe olvidarse o tampoco podremos decir que predomina la Primeridad. [...] En la idea del ser, predomina la Primeridad, no necesariamente atendiendo a lo abstracto de esta idea, sino atendiendo a su completitud. No es por ser independiente de las cualidades que predomina la Primeridad, sino por ser algo peculiar e idiosincrásico. Lo primero predomina en el sentimiento (feeling), en cuanto diferente de la percepción objetiva, el deseo y el pensamiento.”
……….

C-“El comienzo es primero, el final segundo, el medio tercero. El final es segundo, el intermedio es tercero. El hilo de la vida es un tercero; el hado que lo corta, su segundo. Una bifurcación en una carretera es un tercero, supone tres caminos; una carretera derecha, considerada meramente como una conexión entre dos lugares es un segundo, pero en cuanto implica pasar por lugares intermedios en un tercero. La posición es un primero, la velocidad o la relación entre dos posiciones sucesivas es un segundo, la aceleración o la relación entre tres posiciones sucesivas un tercero. Pero la velocidad en cuanto es continua también implica un tercero. La continuidad representa la Terceridad casi a la perfección.  Todo proceso cae bajo este título. La moderación es una clase de Terceridad. El grado positivo de un adjetivo es primero, el superlativo segundo y el comparativo tercero. Todo lenguaje exagerado, "supremo", "absoluto", "incomparable", "completo" (root and branch), es el alimento de las mentes que piensan segundos y olvidan terceros. La acción es segundo, pero la conducta tercero. La ley como fuerza activa es segundo, pero el orden y la legislación es tercero.”
……….

Leer el siguiente fragmento y elaborar una conclusión final resumidora sobre las categorías peirceanas:

“Quizá no sea correcto llamar a estas categorías conceptos; son tan intangibles que más bien son tonos o matices acerca de los conceptos. (…) Ahora bien, las categorías no pueden disociarse en la imaginación una de otra, ni de otras ideas. La categoría de segundo y de tercero pueden prescindir de primero y tercero puede prescindir de segundo. Pero primero no puede prescindir de segundo, ni segundo de tercero. Creo que cualquier determinado concepto puede prescindir de las categorías, pero alguno e incluso muchos elementos no pueden prescindir de ellas. No puede suponerse un  primero salvo que este primero sea algo definido y más o menos definitivamente supuesto. Finalmente, aunque es fácil diferenciar las tres categorías, una de otra, es extremadamente difícil diferenciar precisa y ajustadamente los conceptos cada uno respecto del otro, como para captarlo en su pureza e incluso en su pleno significado”.
……….
……….
……….

Comentar la siguiente máxima: “El hombre es un signo”. ¿Cómo fundamenta Peirce tal afirmación?
……….
……….
……….


El pensamiento es una empresa individual.   □
El pensamiento es una empresa colectiva.     □
Colocar una cruz en aquel enunciado que se juzga correcto. Explicar por qué.
……….
……….
……….

El racionalista francés René Descartes es reconocido por una frase que constituye ya uno de los eslóganes más conocidos del pensamiento occidental: “Pienso, luego existo”. Peirce siempre mostró gran antipatía por la concepción cartesiana. ¿Por qué? Para responder habrá que tener en cuenta lo apuntado anteriormente e inspeccionar aquello que la célebre frase supone o encierra.
……….
……….
……….

Explicar qué quiere decir Peirce cuando sostiene que la semiótica es “otro nombre para la lógica”, aquel nombre que la lógica ha tomado en la época contemporánea. Quizás sea útil buscar primero en un diccionario las definiciones tradicionales para “lógica”. El comienzo de la entrada correspondiente en la Wikipedia dice: “La lógica es una ciencia formal que estudia los principios de la demostración e inferencia válida…”.
……….
……….
……….

La misma fuente dice un poco después: “Tradicionalmente ha sido considerada como una parte de la filosofía. Pero en su desarrollo histórico, a partir del final del siglo XIX, y su formalización simbólica ha mostrado su íntima relación con las matemáticas; de tal forma que algunos la consideran como lógica matemática….”. Después de leer la anterior observación, escribir a continuación la más conocida definición de semiótica que produjo Peirce y detallar su ubicación y relación en el cuadro peirceano de clasificación de las ciencias.
……….
……….
……….

Los especialistas suelen afirmar que, más que tipos de signos, las nueve posibilidades sígnicas enunciadas por Peirce deben ser concebidas como dimensiones de los signos (antes se citó a al propio autor quien afirmó que quizás mejor que hablar de signos sería hacerlo de  “matices” o de “tonos”). 

Tómese ahora como ejemplo la luz roja del semáforo.

A continuación habrá que enumerar los tipos de signos, ordenados según los tres correlatos propios de las condiciones lógicas de la semiosis, y explicar esa luz roja en relación a cada uno de ellos.
……….
……….
……….

¿Cuáles son los diferentes interpretantes concebidos por Peirce? Colocar sus nombres teniendo en cuenta sus tres diferentes “bautismos” (es decir, los nueve nombres agrupados de a tres).
……….           ……….           ……….
……….           ……….           ……….
……….           ……….           ……….

¿Es posible utilizar la luz roja del semáforo para explicar cada uno de ellos? Habrá que intentarlo.

Como cierre: ¿cualquier cosa puede ser un signo de acuerdo con Charles Sanders Peirce? Marcar con una cruz y justificar.
Sí         □         No       □




Teoría de la argumentación: el acuerdo, las bases

Ficha de trabajo número 2

Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación. La nueva retótica: el acuerdo, las bases de la argumentación

Fundamentos

Chaïm Perelman nació en Varsovia, Polonia, en 1912 y curso estudios en la Universidad Libre de Bruselas, Bégica, ciudad en la que permaneció hasta el momento de su muerte, en 1984.Obtuvo un doctorado en leyes en 1934, y otro, cuatro años más tarde, gracias a una investigación sobre la teoría del filósofo, lógico y matemático Gottlob Frege. Casi cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial, dio a conocer un minucioso estudio empírico sobre los sistemas judiciales modernos, De la justicia. En él llega a la conclusión de que, puesto que la ley se apoya siempre en juicios del valor y que los valores no se pueden sujetar a los principios lógica, los fundamentos de la justicia son necesariamente arbitrarios.

A partir de entonces, Perelman se propuso extender sus afirmaciones sobre los juicios del valor al razonamiento en sí mismo en general y al proceso de toma de decisiones prácticas, sobre todo para tratar de contestar la pregunta de si la ausencia de base lógica niega fundamento racional para la política y de la ética, además de la justicia.

El desarrollo de su pensamiento lo llevó, primero, a apartarse de las ideas del positivismo lógico, en cuyo ambiente se había formado, de inmediato a la revisión y el rescate de la Retórica antigua como fundamento para establecer una lógica de los juicios del valor. Por este camino hacia 1948 empezó a colaborar con Lucie Olbrechts-Tyteca, quien también había asistido a la Universidad Libre de Bruselas, y una década más tarde dieron a conocer el monumental, Tratado de la argumentación. La nueva retórica (Madrid,  Gredos, 1989).

En su búsqueda estos pensadores retoman la idea que Aristóteles volcó en sus Tópicos. Allí el griego opone a la demostración lógica pura la Dialéctica o razonamiento retórico, para demostrar la racionalidad que guía la elección de premisas que son aceptables en una situación y por una comunidad determinadas. Que los resultados sean de hecho contingentes no quita que estén guiados por una razonabilidad práctica y compartida, que, por un lado, no puede reclamar la misma certeza que las deducciones de los teoremas matemáticos que parten de axiomas verdaderos e indubitables por definición (del tipo: una recta es una línea constituida por infinitos puntos), pero, por otro, no supone que lo contrario a los postulados de la “lógica dura” es el extremo relativismo, el imperio de los deseos subjetivos. El objetivo del Tratado es, en consecuencia, colaborar en la confección de una filosofía de la vida que, a partir de subrayar los aspectos prácticos, induce la acción razonable aceptando su carácter probable y las imposiciones de juicios de valor y otras contingencias que nacen de su recepción por parte de las audiencias particulares.

Las 856 páginas que integran el Tratado de la argumentación en su versión castellana están organizados en una introducción y tres partes: la primera se llama “Los límites de la argumentación”, la segunda “El punto de partida de la argumentación” y la tercera “Las técnicas argumentativas”. Este cuadernillo está destinadas a revisar particularmente el capítulo primero (páginas 119 a 190) de la segunda parte (páginas 119 a 294), llamado El acuerdo.

La idea general es sencilla: sólo puede ser persuasiva la tesis que se apoya y deriva de ciertos conocimientos y determinaciones culturales que el auditorio ya posee. El argumentador, por lo tanto, con la finalidad de obtener la aprobación de sus conclusiones debe establecer una suerte de “espacio compartido” con quienes lo escuchan o leen acerca que contenga ese conjunto de informaciones y valoraciones comunes -mayormente implícitas.

Los autores parten de inspeccionar las premisas de la argumentación, y observan que la elección misma de las premisas y su formulación, con las adaptaciones que arrastran, casi nunca están exentas de valor argumentativo: la “elección” es en realidad una preparación o un razonamiento antes que una “neutra” disposición de los elementos. El orador “presenta” las premisas para conseguir adhesión de los oyentes, y tal acto constituye “el primer paso para su empleo persuasivo” (pág. 119).

El análisis de las premisas engloba tres planos: elección, presentación y acuerdo relativo en torno a ellas. Hay dos tipos de objeto de acuerdo, sostienen Perelman y Olbrechts-Tyteca, que cumplen un papel diferente en el proceso argumentativo: lo real y lo preferible. Uno y otro se orientan en función de auditorios diferentes: lo real se una busca establecer la validez en cuanto al auditorio universal, lo preferible sólo puede identificarse con el de un auditorio particular.

Lo real comprende los hechos, las verdades y las presunciones; lo preferible reúne los valores, las jerarquías y los lugares de lo preferible.

Como premisa un hecho es no controvertido, por eso convoca un acuerdo universal. Pierde la característica de hecho si es cuestionado por el auditorio Tal cuestionamiento puede ser su puesta en duda o su utilización como conclusión de una argumentación, no como punto de partida.

Las verdades funcionan como los hechos, pero invocan sistemas más complejos, o sea enlaces entre hechos (como ocurre cuando se cita una teoría científica).

Las presunciones son más débiles y por lo general necesitan ser reforzadas. Entre las presunciones más comunes los autores desatacan “la calidad de un acto manifiesta la de la persona que lo ha presentado”, “presunción de credulidad natural”, “presunción de interés”, “presunción relativa al carácter sensato de toda acción humana”. O sea que las presunciones están vinculadas a lo normal y a lo verosímil, que también son objeto de acuerdo.

En relación a lo preferible, los valores intervienen en un momento dado en todas las argumentaciones. En los campos jurídico, político y filosófico, los valores intervienen como base de la argumentación a lo largo de los desarrollos. Se puede descalificar, subordinar un valor a otros, pero nunca rechazar  en bloque todos los valores, porque se saldría de la discusión al campo de la fuerza.

Los valores se pueden presentar como abstractos o concretos. “Los valores abstractos pueden servir fácilmente a la crítica, pues están despersonalizados (pág. 139)”, pero también son aquellos que se ponen en juego cuando se plantea un cambio.

“Menos caracteriza, a cada auditorio, los valores que admite que la manera en los que los jerarquiza (pág. 142), se subraya. La argumentación se basa en jerarquías, a veces concretas (referidas a cosas y objetos: superioridad de los hombres sobre los animales) y otras abstractas (referidas a valores: superioridad de lo justo sobre lo útil). La jerarquía de lo abstracto se distingue de lo preferible porque garantiza un ordenamiento.

Los lugares son premisas de carácter general que permiten fundamentar los valores y las jerarquías. Constituyen las premisas más generales, sobreentendidas, que intervienen para justificar las elecciones. Así, se podrían “caracterizar las sociedades, no sólo por los valores particulares que obtienen su preferencia, sino también por la intensidad de la adhesión que le conceden a tal o a cual miembro de una pareja de lugares antitéticos (pág. 147)”.

Los lugares pueden agruparse en categorías. Los lugares de la cantidad afirman que algo vale más que otra cosa por razones cuantitativas (cantidad de bienes, mayor número de fines, mayor utilidad, la mayoría en la democracia, lo eterno frente a lo pasajero, lo habitual es lo normal y “da” la norma, la situación excepcional se juzga precaria, etc.).

Los lugares de la cualidad cuestionan la eficacia del número. Es el caso de los valores concretos de lo único, mientras que los valores abstractos son más susceptibles de realizarse en lugares de la cantidad. Suponen una tensión entre lo individual y lo social, lo singular y lo regular. El valor de lo excepcional (extra-ordinario) puede expresarse por su oposición con lo común, lo banal, lo vulgar. Así se convierte puede convertirse en modelo.

Los lugares del orden afirman la superioridad de lo anterior sobre lo posterior, de la causa, de los principios, o  de los fines. Los lugares de lo existente desatacan la superioridad de lo que es actual, de lo que es real, estable, habitual, normal sobre lo posible (Más vale pájaro en mano…). Los lugares de la esencia encarnan en tipos, funciones. Los lugares de la persona son valores vinculados a su dignidad, mérito y autonomía, esfuerzo.

La elección de los diferentes lugares puede depender de uno u otro de los componentes de la situación argumentativa (actitud del adversario, tema que se aborda, etc.). En cada época y ambiente los lugares son los que más se admiten o, al menos, los que parecen que acepta el auditorio según el cálculo persuasivo del orador. El sentido común corresponde generalmente a una serie de creencias admitidas por una sociedad determinada, y es razonable suponer que se las comparte.

El orador puede sacar ventajas si elige a un auditorio determinado. Cuando las circunstancias no imponen el auditorio, se puede presentar una argumentación primero a ciertas personas, luego a otras, y beneficiarse, sea de la adhesión de las primeras, sea, es el caso más curioso, del rechazo de las segundas; la elección de los auditorios y de los interlocutores, así como el orden en que aparecen las argumentaciones, ejercen una gran influencia en la vida política  (pág. 175),

subraya el Tratado.

La construcción de un discurso no consiste únicamente en el desarrollo de las premisas dadas al principio, sino también en el establecimiento de las premisas, la explicitud y el estabilizar los acuerdos. El interlocutor que, en una controversia, repite punto por punto los dichos de su predecesor, al aceptar el orden de su discurso, muestra su lealtad en el debate.

Las premisas de la argumentación consisten en proposiciones admitidas por los oyentes. Puede suceder que el orador tenga como garantía la adhesión expresa de los interlocutores a las tesis de partida. Esta aceptación no es una garantía absoluta de estabilidad, pero sirve para incrementarla.

De forma general, todo el aparato del que se rodea la promulgación de ciertos textos, el pronunciar ciertas palabras, tiende a hacer más difícil su repudio y a aumentar la confianza social. El juramento, en particular, añade a la adhesión expresada una sanción religiosa o casi religiosa.

La técnica de la cosa juzgada se inclina por estabilizar algunos juicios, prohibir que se ponga de nuevo en tela de juicio ciertas decisiones. La inercia permite contar con lo normal, lo habitual, lo real, lo actual, y valorizarlo, ya se trate de una situación existente, de una opinión admitida de un estado de desarrollo continuo y regular. El cambio, por el contrario, debe justificarse; una decisión, una vez tomada, sólo puede modificarse por razones suficientes. Con frecuencia se sustituirá la justificación del cambio por un intento de demostrar que no ha habido cambio real, intento que, a veces, resulta necesario, dado que está prohibido el cambio: el juez que no puede alterar la ley sostendrá que su interpretación no la modifica, que corresponde mejor a la intención del legislador.

En el cierre de esta apartado se enlistan las argumentaciones ad homimen o ex concessis, que buscan disminuir el prestigio del adversario polémico al rechazar su argumentación por inadecuada, basarse en supuestos falsos o no pertinentes, porque demuestra ignorancia sobre el tema tratado.

La argumentación ad humanitatem es un caso especial de ad-hominem, consiste en rechazar argumentos puesto que sólo serían válidos para grupos determinados y por lo tanto no pueden generalizarse.

La argumentación ad personam es un  ataque contra la persona del adversario y que tiende, principalmente, a descalificarlo, y es independiente del tópico sobre l que se discute.

Finalmente, la petición de principio es una falta de argumentación. Consiste en emplear el argumento ad hominem cuando éste no es susceptible de ser utilizado, porque exigir petición supone que el interlocutor se ha adherido a una tesis cuya aceptación, justamente, se procura conseguir, no ha sido “demostrada”.

Ejercicios

Las estrategias de persuasión, por supuesto, se perciben mejor y en su eficacia real, pueden y deben analizarse en como textos completos. De cualquier modo y con carácter didáctico se transcriben a continuación una serie de fragmentos, tomados en todos los casos del discurso periodístico de los diarios argentinos, con el fin de ejemplificar los conceptos definidos brevemente con anterioridad.

Se repiten como título indicativo de introducción a cada caso las nociones que centralmente se busca ilustrar para que los estudiantes las detecten, clasifiquen con mayor detalle y expliquen en su funcionamiento.

1)- Hechos, valores, verdades, presunciones, jerarquías, lugares, auditorio

La condena en primera instancia a la ex ministra de Economía Felisa Miceli a cuatro años de prisión por encubrimiento agravado y sustracción de documento público resulta trascendente por tratarse de la primera funcionaria kirchnerista que recibe una sanción penal, pero también por una confesión de la propia imputada que levantará nuevas sospechas. Una vez conocida la sentencia, afirmó que está "pagando" por "no haber tenido una estructura de poder alrededor", que "muchos otros ministros sí han tenido".

En otras palabras, la ex titular del Palacio de Hacienda y del Banco Nación está indicando que hay otros funcionarios que cometen o cometieron hechos mucho más graves, pese a lo cual se salvaron de una condena por tener apoyo del poder político.

(“Felisa y la confesión que levanta sospechas”, por Fernando Laborda, La Nación, 28-12-2012)

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2)- Hechos, valores, verdades, presunciones, jerarquías, lugares, auditorio

El blanco ahora es la Justicia (lo viene siendo). El día que la Corte en un acto de independencia rechazó dos presentaciones del Poder Ejecutivo (la causa Clarín) y que un tribunal oral condenó a una ex ministra de Economía a cuatro años de prisión, la Presidenta salió a reforzar la idea de que la Justicia en la Argentina -para usar las categorías del jefe de Gabinete-, es una mierda. La Justicia que tenemos es la que puede tener un país como la Argentina, que ha cultivado unas instituciones más bien débiles. Tiene comportamientos ejemplares -el juicio a las Juntas, máxima credencial de la democracia local, retomada sabiamente por Kirchner a comienzos de la década pasada; el reciente rechazo de la Sala 1 de la Cámara Federal al cierre de la causa Boudou- y otros que es mejor olvidar - la absolución, hace algo más de un año, de Menem y de toda la línea de responsabilidades en el caso de la venta ilegal de armas a Ecuador en los 90; el cierre de la causa por enriquecimientro ilícito del matrimonio Kirchner, años atrás-.

Desde el fallo en la causa Marita Verón, Cristina Kirchner parece haberle encontrado una vuelta a la cuestión más compleja –y más negada– a resolver por la sociedad argentina. El problema del delito y la inseguridad es una responsabilidad de la Justicia. Es curioso cómo el kirchnerismo progresa en esa contradicción sin ni siquiera advertirla.

(“A la Justicia, ni justicia”, por Walter Curia, Clarín, 28-12-2012)

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3)- Hechos, valores, verdades, presunciones, jerarquías, lugares, auditorio

Ante el vandalismo masivo de estos días hay dos miradas contrapuestas: detrás de los hechos puede haber o bien indignación espontánea o bien mentes estratégicas y grupos organizados. Estos hechos en distintos puntos del país han sido extremadamente violentos; en general, surgieron de sectores de la población que viven en condiciones de extrema pobreza. Es plausible que en Bariloche se hayan producido saqueos espontáneos –aunque, ante la magnitud que alcanzaron, esa conjetura no resiste demasiado–. Pero luego, dada la rápida ocurrencia de hechos similares en otros lugares, difícilmente lo sucedido puede ser visto como esencialmente espontáneo. Muchas personas piensan que la televisión puede ser causa necesaria y suficiente para que los desmanes se repliquen en distintas localidades. Posible es; plausible, no mucho.

Entonces, la pregunta de estos días: si hay instigadores, ¿quiénes son? Algunos voceros del Gobierno nacional no vacilaron en apuntar a adversarios políticos –Moyano y los sindicalistas aliados–. Apresurado, sin duda, pero tampoco suena plausible. El apuro por encontrar culpables suele ser un arma de doble filo. El gobierno de Aznar perdió la elección española de 2004 no por causa del brutal atentado terrorista de Atocha, sino por apurarse a acusar a su enemigo interno, la ETA, cuando la gente creía que el responsable era el terrorismo fundamentalista árabe. Una pregunta que recorre la opinión pública argentina es quién puede estar detrás de los hechos de estos días. Otra pregunta es cuánto malestar social puede anidar detrás de los saqueos; cuánto hay en ellos de indignación, cuánto de militancia y cuánto de delincuencia.

(“¿Indignación, militancia o delincuencia?”, por Manuel Mora y Araujo, Perfil, 28-12-2012)

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4)- Hechos, valores, verdades, presunciones, jerarquías, lugares, auditorio

Una corrida, hombres y mujeres –también niños– que superan las vallas, el personal de seguridad, la policía. Una puerta de vidrio que se rompe, una vitrina que se rompe, el ingreso. El caos. Luego, la huida veloz con lo que se haya conseguido.

Esta imagen se repitió la semana pasada al menos 292 veces en 40 ciudades entre el jueves y el viernes de la semana pasada en todo el país, según los datos que informó la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), que responde al kirchnerismo. Una imagen similar fue el preámbulo de los acontecimientos de diciembre de 2001, que terminaron con la caída del gobierno de Fernando de la Rúa.

También formó parte del paisaje de la hiperinflación alfonsinista en 1989.

Más atrás en el tiempo, también fueron comunes durante el levantamiento conocido como el Viborazo, producido en la ciudad de Córdoba, bajo la dictadura de Levingston.

Es muy probable que en todos los casos haya habido una orquestación inicial, que quizás pueda atribuirse a manos oscuras. Sin embargo, la masividad de los saqueos –el efecto contagio– sólo puede producirse cuando los sectores que los protagonizan –los más olvidados de entre los olvidados– deciden que obtener ese botín hace que valga la pena poner el cuerpo.

En el caso más reciente, producido los días previos al festejo de la Navidad, los saqueos se iniciaron con participación de multitudes en Bariloche, ciudad gobernada por el kirchnerista Omar Goye, quien habría advertido con anterioridad sobre esta posible consecuencia de la pobreza. Siguieron en Malvinas Argentinas del duhaldista Jesús Cariglino. En San Fernando, donde el intendente Luis Andreotti comulga con el dudoso oficialista, tal vez sciolista, tal vez massista, Sergio Massa. En la provincia de Santa Fe, gobernada por los socialistas que apoyan el Frente Amplio Progresista, que candidatea a Hermes Binner. Los saqueos se produjeron en lugares donde los Estados son gobernados por diversas expresiones de la política ya que sus causas –la pobreza, la regresión del ingreso, la tendencia a la baja de los salarios en los sectores populares– expresan efectivamente una transversalidad.

(“La construcción del saqueo”, por Diego Rojas, Infobae, 28-12-2012)

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5)- Hechos, valores, verdades, presunciones, jerarquías, lugares, auditorio

No podemos menos que adoptar la definición canónica de pedagogía por cuanto se refiere a la formación de conductas valiosas, y es esta pedagogía la que debe orientar la educación sistemática dada en las escuelas y la que, en la sociedad en que vivimos, puede y debe darse de hecho a través de los factores educativos extraescolares. Pero hay excesos, distorsiones y graves omisiones que dan lugar a lo que podríamos denominar pedagogía negativa para referirnos a las formas y tendencias con las que se generan comportamientos antisociales, entre los cuales podríamos caracterizar los debidos a una suerte de “pedagogía de la violencia”. Es obvio que los medios pueden contribuir de modo eficaz a cambiar los aspectos negativos y ciertamente lo hacen en sus análisis críticos pero, no cabe duda, siguen presentes, por un lado, causas estructurales y por el otro causas buscadas o inducidas que determinan la aparición de diversas formas de violencia.

Hagamos un inventario de las causas estructurales de la violencia, entendiendo por tales aquellas que están instaladas como formando parte del sistema económico, social y político. Cada una merece un profundo análisis para determinar las razones que la generan y las posibles formas de corregirla.

Son ellas: La desigual distribución de la riqueza, con la consiguiente ostentación de lujos y bienes que hace nacer sentimientos de injusticia en los pobres. La inestabilidad familiar en los sectores de bajos recursos que origina un déficit en la formación de la conciencia moral de niños y adolescentes. La falta de experiencias socializadoras en el medio en que viven los pobres, a lo que se suma la ineficacia de la escuela para desarrollarlas. La desocupación y la falta de oportunidades laborales para amplios sectores de la juventud. La inexistencia o deconstrucción del “futuro” como motivador del desarrollo de la propia personalidad que instalan a los jóvenes en un “presentismo” egoísta y esterilizante. La formación de “pandillas” ante la tendencia natural de incluirse en grupos de pertenencia, en función de objetivos comunes negativos orientados a conseguir lo que no se posee. El desinterés por progresar hacia mejores formas de existencia por medio de la educación. Las falencias internas y externas del sistema educativo para retomar su funcionalidad histórica como factor social fundamental de ingreso al mundo de la cultura. La transformación patológica de ciertos grupos de pertenencia en colectivos jerárquicos con “jefes” o “punteros” que dominan a sus miembros induciéndolos a ejercer actividades delictivas o adoptar formas violentas de ejercer sus derechos. El delito organizado que busca adherentes en los sectores más desprotegidos de la sociedad.

(“Pedagogía de la violencia”, por Manuel Trejo, El Día, 28-12-2012)

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6)- Hechos, valores, verdades, presunciones, jerarquías, lugares, auditorio

La política argentina de hoy es dura, dramáticamente enfática, pero hecha por palabras. Incluidas las llamadas operaciones mediáticas, reinantes por doquier, simplemente porque a los medios ya les faltan también las articulaciones más generosas del lenguaje. En ella predomina un cierto sentido metafórico de saqueo. Solo que son las góndolas del habla política las que son atravesadas con un desaprensivo sentido del uso, captura y sustracción de las interpretaciones. Todos los días los editorialistas de los más importantes medios, y no pocos políticos, rompen vidrieras. No por adolescentes que una noche el padre los va a sacar de la comisaría. Está demostrado que ya puede decirse cualquier cosa; esta sociedad no está reclamando demasiados sostenes reflexivos a lo que se dice, pues cree que sin dejar de ser culta o instruida, admite escucharlo todo. Sea bajo la venerable reputación de la puteada más despreciable, del argumento más absurdo y de la conjetura más fantasiosa.

El saqueador de las últimas barriadas, vive un momento de duda en su justificación. La “estructura de pobreza” de donde se dice que proviene es en verdad un estado de insatisfacción sobre el que legítimamente quiere llamar la atención, pero cree que lo ilegítimo de su acto contribuye a lo legítimo del significado de su descontento. El saqueador, como su contraparte el dandy, por todo consigue excitarse. La televisión es nuestra gran envoltura mimética; debo decidir si me dejo arrebatar por sus ocultas insinuaciones, o hago como los discutibles teóricos de la democracia visual, “cambio con el control remoto”. La política nacional se produce por medio de tensiones que se mantienen en un límite de vértigo sin violencia sistemática, aunque por cierto, no falten cuestionables escarceos. ¿Por qué entonces no dar un paso más, si todo está en discusión, y vemos con sagrada intuición, que muchos contestatarios que lo han hecho todo en su vida, incluso hablar con impostados discursos proletarios, desean sin decir-diciendo, que “esto ya no da para más”. ¿No van dejando rastros delicadamente implícitos de que no vendría mal, ahora, una mesiánica depredación? ¿Una de “virginal espontaneidad”, de esa “población en estado puro” de la que siempre estuvimos hablando en las recurrentes tribunas de nuestros mega-camiones tan poco espontáneos?

De todo esto podemos ahora extraer una grave lección. Sin duda está el concepto de pueblo de por medio, con su franja más desfavorecida, atropellada por desmoralizadas formas de vida y contradictorios pensamientos. Es preciso refinar el diálogo no asistencialista con esos compatriotas, que albergan intensos deseos. Una democracia es un manojo de deseos imbricados en las herencias errantes de las grandes tradiciones políticas. Sigamos revisándolas con lucidez. Y la otra lección: nadie es saqueador. Lo popular es lo que siente que debe recrearse en el realce sus fundaciones y reconstrucciones. Pero un momento político muy especial, como éste, corre riesgos si por impulsos insondables o más o menos conjeturables, se convierte a una porción del pueblo argentino en un surtidor de actos de saqueo.

(“Lo insondable”, por Horacio González, Página/12, 28-12-2012)


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