viernes, 26 de julio de 2019

La política como imagen: el macrismo en cinco fotos


La representación del rostro y del cuerpo de los gobernantes y los aspirantes a serlo seguramente debe buscarse en el fondo de la historia de Occidente. En los bustos y estatuas completas entre los egipcios y los griegos, en las imágenes seleccionadas para acuñar monedas por los latinos, en los grabados y en las pinturas… Hacia el 1300, pintores de singular nombre -como Giotto- adquirieron la costumbre de, puesto que muy a menudo ricos banqueros y prósperos comerciantes financiaban las obras de arte como una manera de expiar el pecado de la usura, rendir el homenaje de la persona a quien ha sido encargada la obra al poderoso incluyéndolo dentro de la propia composición religiosa, como ocurre con el marchante Enrico degli Scrovegni perpetuado en el acto de donar la famosa capilla a los ángeles, pintado por Giotto.
Durante los siglos XVIII y XIX esa tradición se trasladó hacia el retrato realista que buscaba capturar el alma y eternizar a los reyes, los nobles cortesanos y también, un poco después, a los ascendentes burgueses. Esta deriva, de cuño fundamentalmente realista, también daba cabida al manejo de escenografías más o menos codificadas, estilizaciones y propensiones simbólicas. Con la aparición del daguerrotipo hacia 1840 lo representado se hizo aún más “real”, según cuenta Carlos Vertanessian en Rosas: el retrato imposible, el caudillo bonaerense nunca dejó ser fotografiado, ya que lo entendía como una adulación excesiva, esto no quiere decir que no existieran retratos suyos, sino que más bien podría entenderse como cierta negación a la novedad, que en la actualidad pareciera que ningún político por más reacio que fuere a las innovaciones tecnológicas se daría el lujo de descartar. De a poco los retratos fueron democratizándose y se convirtieron en uso y costumbre de amplios sectores sociales, aquellos incluso que comenzaron a matizar sus paseos por las plazas con las rápidas acuarelas, carbonillas y dibujos que recogían una escena de novios o familias. Hasta que llegó la fotografía. Y después el cine, y la televisión…
Como rápidamente puede verse y diversos estudiosos han señalado, las representaciones siguieron el curso de las nuevas tecnologías que por lo común comenzaron siendo una práctica de las capas aristocráticas, pero más temprano que tarde se extendieron al conjunto social.
En lo que respecta al lenguaje político, el camino, aunque sinuoso, sigue también este trayecto, aunque está claro que avanzado el siglo veinte y hasta llegar a la actualidad acelera su utilización de herramientas nuevas y diversas en el territorio de las imágenes.
Una anécdota cuenta la sorpresa con que los oficinistas porteños se toparon en una mañana de 1946 con los afiches que propugnaban la fórmula Perón-Quijano, que unos meses después se impondría en las presidenciales de ese año; los jóvenes que escuchaban la anécdota creían que el tema de la misma refería a la irrupción del líder justicialista, pero con el tiempo se dieron cuenta de que no: en realidad el asombro destacado en la historia tenía que ver con que, cuando la ciudad de Buenos Aires ni siquiera se había acostumbrado a la presencia de los carteles de la publicidad comercial, los afiches políticos ya aprovechaban la tecnología de las rotativas y los costos cada vez menores para empapelar de a miles la metrópoli, fundando así un nuevo hábitat visual para su población, una lógica de la percepción hoy habitual pero hasta entonces desconocida. El quehacer de los artistas callejeros que aprovechan para improvisar un collage al paso y de corta vida despelechando aquí y allá el colchón de afiche sobre afiche sobre afiche y el pegote intermedio que los apretuja en época electoral, es una práctica estética de joven data.
En lo que respecta al análisis de la imagen política desde la perspectiva de la semiología -es decir: formal- con un cierto grado de arbitrariedad (pero no mucha) se puede citar como punto de partida el ya clásico ensayo breve de Roland Barthes “Fotogenia electoral”. El escrito periodístico del crítico francés, junto con otros que intentaban sistematizar la caja de herramientas semiológicas que podría dar cuenta del signo fotográfica, su retórica y procedimientos fue un poco más tarde incluido en el volumen llamado Mitologías, publicado originalmente en 1957. Barthes anticipa allí una idea sencilla sobre el “poder de la imagen” que muchos analistas posteriores no harían sino repetir con las debidas variaciones y terminaría casi convirtiéndose en un sentido común; afirmaba que:
en la medida en que la fotografía es elipsis del lenguaje y condensación de un “inefable” social, constituye un arma antiintelectual, tiende a escamotear la “política” (es decir un cuerpo de problemas y soluciones) en provecho de una “manera de ser”, de una situación sociomoral[1].
A poco andar, como se sabe, la fotografía se puso en movimiento, el discurso de la política se enteró y apropió rápidamente de la buena nueva. Los estudios han sido muchos y algunos incluso se atrevieron incluso a “explicar” el éxito en la adhesión popular al nazismo a partir del eficaz uso propagandístico de la imagen fílmica. Walter Benjamin supo denunciar que las huestes capitaneadas por Adolf Hitler habían apostado casi exclusivamente a la estetización de la política, es decir, a la apelación simbólica y emotiva destinada a nublar los pensamientos.
En este punto basta recomendar la gran película Vincere, dada a conocer por el director italiano Marco Bellocchio en 1999, y en la que, con la estrategia de la ficción histórica, se muestra de qué manera Benito Mussolini se transformó en el Duce fascista merced a la gestualidad histriónica que en la imagen cinematográfica hábilmente pergeñada supo adquirir dimensión épica.
En lo que respecta al análisis, éste siguió el derrotero de la imagen del cine a la televisión y las pantallas de las computadoras.
De la mano del semiótico argentino Eliseo Verón en las décadas del ochenta y el noventa se expandió en las universidades argentinas el concepto de videopolítica y la idea de que, hacia fines del siglo pasado, el cuerpo sincero que el político en cuestión era capaz de exhibir frente a las cámaras tenía mayor capacidad para capturar el voto que mil palabras de encendidos y bien estructurados párrafos La perspectiva de Verón se sintetiza en volúmenes como El cuerpo de las imágenes (Buenos Aires, Norma, 2001).
Para entonces el marketing, el coaching, el asesor de imagen y etcéteras por el estilo ya se habían convertido en un vocabulario conocido.
Para Charles Peirce el ícono, la imagen, es copia, analogía del mundo, pues entonces sería absolutamente natural, mimesis exacta, y de allí su poder transparente de imponerse como verdadero. La imagen visual es para la semiótica el objeto de análisis más fangoso, por su carácter construido cada vez más logrado con el avance en el interior del estudio, las técnicas de iluminación y el montaje que se disfraza bajo la apariencia de lo directo y lo evidente. El ícono ha sido explicado desde los pilares del modelo lingüístico de Saussure o desde el modelo lógico-filosófico de Peirce. Victorino Zechetto establece que las imágenes fabricadas, aquellas que no surgen de la “realidad” concreta son consideradas signos icónicos, es decir, aquellos signos que muestran la realidad de manera indirecta, mediatizada a través de alguna representación, y que por tal motivo se convierten en signos. Así se diferencian de lo que podríamos llamar signos naturales, aquellos que vemos a partir de la experiencia directa, es decir, imágenes directas.[2] Umberto Eco agrega que en la percepción de las imágenes existe también cierta dosis de construcción personal, más allá de la representatividad que tiene por sí misma la imagen.
Por otra parte, semiólogos como Roland Barthes, Christian Metz con el concepto de analogon o semejanza entre imagen y referente, el mismo Eco -con ciertos reparos hacia la idea de análogo- y su conceptualización de los estímulos sucedáneos que entran en juego en la construcción de una imagen y los integrantes del Grupo m de Brujas con la transformación que ocurre en toda construcción de un signo icónico, pueden ser agrupados de -una manera muy general- en el reconocimiento de que en todo ícono existen operaciones sobre el referente, como lo puede presentir cualquier usuario de una app que retoca imágenes visuales. Los caracteres de una fotografía también responden a rasgos convencionales que se recuestan y son dependientes de factores socioculturales. A pesar de la posible obviedad de estas someras caracterizaciones, como menciona el semiólogo Gianfranco Bettitini “La exaltación de la evidencia del signo icónico, cuya naturaleza visual induce a establecer una aparente inmediatez reproductiva de la relación entre el medio y la realidad, oculta el aspecto de construcción siempre mediatizada por la acción discursiva y selectiva del medio”.[3]
La fotografía o el cine se consideran íconos puros, son las imágenes fabricadas como registro, es decir, que a menudo se asemejan a lo que representan. En esto reside su fuerza, se nos escapan sus reglas de construcción. Debemos hablar entonces de códigos icónicos, modos de registro o de representación en general que se corresponden con contenidos instalados culturalmente. Según la concepción de Eliseo Verón, la idea de código como se utiliza en la semiótica discursiva, indica “el conjunto de operaciones de producción de sentido en el interior de una materia significante dada”.[4] Las imágenes pueden ser leídas como textos que generan sentido que debe ser entendido en su contexto.
A continuación, se analizan una serie de imágenes del actual presidente, Mauricio Macri, de la primera dama Juliana Awada y de un proyecto del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, seleccionadas con la intención de dar cuenta, en parte, del rompecabezas de las significaciones que se han convertido en la Argentina de estos años pero que, bien examinadas, sólo son nuevas en una escasa proporción.

Otra manera de la política: un presidente sin calle



El día de la apertura de la asamblea legislativa del primero de marzo de 2018 el presidente Mauricio Macri fue fotografiado cuando ingresa y cuando se retira del Congreso y saluda a una plaza vacía. Esta imagen fue reproducida por redes sociales y rápidamente convertida en “meme” haciendo énfasis en la ridiculez o falsedad de la escena. El filósofo alemán Hans-Georg Gadamer dice que cuando interpretamos una imagen contamos con una tradición previa que actúa como una anticipación de sentido que opera antes de que empecemos a comprender[5], las condiciones de reconocimiento se gestan social y culturalmente dentro de un imaginario o modelo de mundo de una sociedad determinada. Estas escenas van a contramano de las expectativas del apoyo popular que se espera hacia un presidente. Por otra parte, cierto imaginario que va en contra de las manifestaciones callejeras puede congraciarse en el hecho de que no aparezcan militantes ocupando las baldosas de una plaza. Cualquier manifestación aparece bajo la sospecha de ser paga y de nutrirse de vagos y violentos. Las calles y las plazas vacías pueden observarse como un rasgo más de civilidad que genera la coalición del gobierno de Macri.
¿A qué se debe el saludo del presidente? ¿Cuál es el “discurso político” de esta imagen? Podemos suponer que es el cumplimiento de una gestualidad formal o bien es la configuración de una política que no se interesa por el apoyo popular y no considera a la calle de apoyo ni rechazo, sino como un lugar neutro y vacío para el uso de los vecinos. O lo popular, para la alianza Cambiemos, es el todo ciudadano, es decir: el voto; frente a tal magnitud cuantitativa la cantidad de gente que vaya o no a una plaza es insignificante. El asesor Jaime Durán Barba siempre insiste sobre este punto.
El discurso político como tipo discursivo es según Rodolphe Ghiglione “el producto de un proceso cognitivo-conductual, socialmente determinado, situacional y fundado en las representaciones que del contexto se hacen los actores”[6] el saludo a la plaza vacía puede ser entonces un eslabón más dirigido a quienes adhieren a una política sin cuerpos presentes, así como a un discurso sin desarrollos argumentales. La pobreza oratoria del presidente argentino, muestra que la persuasión no está en una retórica cargada sino en consignas simples y ritualizadas de un cierto hinduismo que se propaga en la red social Facebook y una espiritualidad leve y positiva. Aunque luego de una arenga esperanzadora el presidente suele terminar sus discursos pidiendo que todos puedan rápidamente “volver a trabajar”, el argumento está dado entonces en que no es tiempo de palabras sino del “hacer”, el lema del gobierno en los carteles de obras es “Haciendo lo que hay que hacer”, la potencia de expresiones de este tipo reside en las múltiples presuposiciones que requieren del destinatario, ya que “lo que hay que hacer” queda abierto a interpretaciones a ser llenadas, si bien la frase suele estar acompañada de imágenes de un país en movimiento.
“Lo que hay que hacer” se puede entender también en no aspirar a manifestaciones de masas sino de un puñado de personas que casualmente ven saludar al presidente, ya que las otras, las que lo apoyan deberían encontrarse trabajando, si de verdad están comprometidas con el nuevo país. La imagen mencionada es un “hacer lo que hay que hacer”, cumplir con el ícono democrático de rigor, con el signo vacío -en la literalidad de la ausencia de gente- y con el signo cargado de una nueva política.

Yendo a la escuela
1- El estudiante ilusionado


Los trabajadores de la educación en Argentina cuentan con una historia larga de luchas por la educación pública, por un mejor salario y por mejores condiciones de trabajo. La expresión “No inicio” se imprime en todos los carteles de los gremios docentes en mayúsculas fijas y entre signos de exclamación, la frase “los docentes vamos al no inicio de clases” se recorta en una elipsis que todo argentino entiende. En la formulación de la frase -una propuesta que incluye la negación, al contrario de la afirmativa “hacemos paro”- y la omisión de elementos se percibe el paso de los años de su dictado, cuando se dice “no inicio” no son necesarias otras referencias.
El gobierno macrista en sus primeros dos años atravesó fuertes conflictos con los docentes, entre medidas que menoscaban la educación pública y los salarios que se achican de los educadores. El ciclo lectivo 2018 comenzó con dos días de paro en trece provincias argentinas en contra de la imposición de un “techo” salarial del 15% a la paritaria nacional docente. De todas formas, el presidente argentino inauguró el ciclo lectivo 2018 en Corrientes, donde hacía pocos meses (29/11/2017) había visitado una escuela centenaria, a esta visita corresponde la imagen que está al comienzo y que ha sido utilizada en varios medios en una serie de notas vinculadas a la educación, con lo cual podemos inferir cómo este iconograma se intenta imponer por “insistencia” de los medios, de ahí su interés en una “pelea por el sentido” de la educación.
La escena en el aula muestra al mandatario en una escenificación risueña con el interés virgen de un niño educado hacia un probable docente que no sale en la imagen, la mayoría de los estudiantes dividen su atención en el “frente” y el presidente sentado como un estudiante más. Precisamente, la máxima atención es la del presidente, los ojos bien abiertos, la inclinación del cuerpo hacia adelante como quien no puede contener la ansiedad, una sonrisa que espera con candor una nueva aventura hacia el conocimiento, las risas y los caramelos del recreo. En contraste, solo las manos no se corresponden con la imagen del estudiante, unidas todas las yemas entre sí, como la imagen utilizada para relacionar al presidente con Mr. Burns de Los Simpsons, fuente de toda la maldad empresarial. La imagen es afirmativa, transmite una actitud ideal: expectativa, atención y felicidad. La imagen del presidente es modélica, quizás un modelo aúlico perimido que no quiere morir. En este sentido, parece existir una genuina inocencia de niño/estudiante/juguetón.
Jean-Jacques Courtine formula la noción de memoria discursiva[7] para referirse a las distintas formulaciones del discurso que se encuentran en lo que denomina el “tiempo corto” y el “tiempo largo”, que su vez conforman una “memoria corta” y una “memoria larga”. La imagen de Macri en el pupitre remite a una escena escolar tradicional en Argentina o en cualquier parte del mundo que se asocia con la “memoria larga”, por otro lado, la actitud se transforma en “tierna”, risueña o friendly ya que es un adulto-presidente sentado entre los niños esperando su clase, en contraposición, en la “memoria corta”, de los docentes al menos, con las medidas de gobierno se da más bien un ataque contra los docentes en general, en particular contra los sindicalistas que los representan. Los niños como lo han mencionado otros gobiernos se convierten en “rehenes” de los docentes sin vocación que sacan al estudiante del sitio donde se debe encontrar para el engrandecimiento del país. Los discursos de los distintos gobiernos no escapan a manifestar este interés edulcorando y ensalzando la tarea sacerdotal docente hasta el momento que inicia un paro.
 2- Los docentes no son gente
 En las elecciones legislativas de 2017 los partidos tradicionales comenzaron a utilizar el término “gente” para hablar al electorado de sus problemas, los de la “gente”, apuntando a la igualación que tendríamos como comunidad, como habitantes del país que nos encontramos en “diálogo” para resolver nuestros problemas. En este sentido, en los carteles que se anuncian las obras que el actual gobierno realiza se da un acercamiento retórico ya que se pasó del “usted” al “vos”, en el voseo hay un acercamiento de iguales, descontracturado y amiguero “estamos trabajando para vos”. Cuando el presidente formula sus discursos en escuelas, hospitales o fábricas utiliza los nombres propios “Ricardo” el maestro, “Juan” el obrero, “María” la ordenanza, son habituales los inicios en los que se alude a cómo instantes antes de comenzar su alocución hablaba con las personas sobre las cosas que pasan en el hospital, la escuela, el municipio para concluir en que todos están preocupados y “trabajando” por mejorar siempre, porque “todos” están muy comprometidos y entusiasmados:
“Buen día, buen día a todos, ¿cómo andan esta mañana en Bella Vista? Gracias Lorena por invitarme a la escuela, gracias Gustavo. Queridos correntinos para mí cada vez que vengo me voy lleno de energía, porque si hay argentinos que tienen energía son los correntinos, energía y alegría, así que gracias. (APLAUSOS) Además, qué lindo compartir el inicio de clases, a mí me tocó hace casi una década como Jefe de Gobierno de la Ciudad ir a abrir siempre las clases, y más lindo todavía como decía Lorena cuando tenemos este regalo de dios…”[8]
El edulcoramiento discursivo borra la idea del conflicto por la idea de preocupación que todos iguales parecen tener y de los problemas se sale “haciendo” juntos. Por lo tanto, quien no participa de este esquema de diálogo y preocupación compartida resulta llevado al plano del indolente que no quiere oír y dialogar por una incapacidad de sentarse a una gran mesa, toda sustracción a este esquema cae en la figura del “violento”, que se convierte en el “deleznable” para la “gente” que comienza en el presidente y termina en el más pobre de los pobres.
Barthes, en “El usuario y la huelga” analiza la relación que se establece entre el “usuario”, la “gente” y el huelguista. Para la “gente” el huelguista es inadmisible. Dice Barthes: “Por miedo a tener que naturalizar la moral, se moraliza a la naturaleza, se finge confundir el orden político y el orden natural y se termina decretando inmoral a todo lo que impugna las leyes estructurales de la sociedad que se propone defender[9]”.
Es decir que se lleva al huelguista al lugar de la violación de un orden natural, donde los chicos en periodo de clases están en el aula, el lugar donde los alumnos deben estar, siempre y cuando no sean rehenes de quienes no se adaptan a entender los problemas de la “gente”. En la imagen el “niño presidente”, entusiasmado en el aula. Los huelguistas en la calle con el reclamo. La calma y el entusiasmo versus el conflicto manifiesto. Las imágenes disputan lo que Roger Chartier llama creencia:
Lo esencial en la creencia es hacer aparecer como natural lo que es socialmente construido, hasta el momento en que se fisura esta creencia y permite espacios nuevos de comportamiento y de pensamiento. Sería la figura de la perpetuación de un mecanismo de dominación simbólica que supone la alienación, en el sentido de una aspiración que es explícita, contraria a los intereses de los individuos[10].
Lo natural sería entonces la predisposición al diálogo y a la actitud positiva, el espíritu democrático que traba los conflictos en la repetición machacona de un diálogo que no se produce, porque para el diálogo se debe abandonar la lucha y sin lucha el diálogo es solo un cascarón que entrampa a todos los que aspiran a ceñirse la camiseta de la democracia que, parafraseando a Chartier, en las sociedades modernas las elites gobernantes aprendieron a utilizar sin echar mano del garrote y a transformarla en un engaño.

El feminista menos pensado


La lucha de los feminismos se presenta como la fuerza más importante y movilizadora de los últimos años, frente al descreimiento en los proyectos políticos, a los llamados “grandes relatos”, a los movimientos de trabajadores o a los movimientos de desocupados, los movimientos de mujeres están activos y en crecimiento, por fuera de los partidos políticos y las instituciones tradicionales en muchos casos, proponiendo esquemas alternativos al patriarcado. En los casos disruptivos que atentan contra el “espíritu democrático” son llamadas violentas cuando pintan las paredes o muestran las tetas. En la marcha del 8 de marzo de 2018 la policía de La Pampa, en Santa Rosa, interrogó a mujeres que participaron de la marcha abordándolas en la calle sin justificación o enviando citaciones por las pintadas en defensa de la propiedad de los comerciantes del centro.
Por otra parte, gracias a la lucha de los feminismos y al debate televisado por la ley de aborto, la democracia parece ser el edén prometido. El diálogo parece ser más fecundo que cuando se discute sobre economía.
En el día de la mujer, la alocución del presidente fue breve, como suelen ser sus discursos, duró menos de ocho minutos. Estos discursos cortos tienen la particularidad de permitir extraer títulos, frases, que más allá de lo que digan “suenan” bien, en algún caso halagando aspectos de lo “femenino” que por este motivo llevan al choque con la idea de igualdad que se pretende presentar. La brevedad, mal mirada, se debe o a la incapacidad oratoria del mandatario; o a la intención de no realizar los largos monólogos considerados atributos de un buen político, persuasivos a partir de una retórica extensa; o bien a cierta cultura de las redes sociales, en especial Twitter, donde se privilegia la brevedad y el espontaneísmo; o, nuevamente, el presidente no nos quiere hacer perder el tiempo ya que siempre “hay que volver a trabajar”. Posiblemente todas estas opciones juntas.
En el acto realizado en el centro Metropolitano de Diseño, Macri fue presentado por la titular del Instituto Nacional de las mujeres, Fabiana Tuñez, con el extraño halago de ser “el feminista menos pensado”. En esta ocasión el presidente no tiene la máscara de actor que exagera, sonríe y busca la complicidad de los chicos a su lado en la imagen del colegio. Su gestualidad es apenas enfatizada, los ojos bien abiertos muestran una actitud seria y sincera. Lo gestual se completa con la vestimenta: saco y pantalones sobrios, una camisa sin corbata con el fondo de un escenario despojado con telón negro. Tampoco aparecen gigantografías ni banderas, micrófono en mano, sin atril y sin papeles. El presidente está cerca para hablarnos de un tema que lo preocupa. La imagen se aleja de la apelación al entusiasmo, parece haber ganado cierta gravedad, en el terreno pantanoso donde los hombres -al no hacer pie- prefieren refugiarse en el recato receloso. Entonces, existe en la imagen una iconografía adecuada a la situación, mejor no innovar en un área tan sensible, es decir que la construcción del signo tiende a aproximarse a un cero, si consideramos a la sobriedad como lo no marcado. De todos modos, la sobriedad en las figuras electorales de Cambiemos se conjuga más bien hacia la informalidad, o a un estilo relajado y descontracturado, liviano. Aquí la informalidad se completa con el marco de todo el contexto.
La ocasión lo exige y Mauricio Macri se comporta como un estadista, lo exiguo de su gestualidad nos transporta a las presentaciones en televisión de los fallidos e innumerables planes económicos de la Argentina de los 80 o los 90, o a los números de la pobreza, las noticias poco alentadoras, las que nadie quiere dar. El feminista menos pensado, el hombre de estado de la imagen en el día de la mujer está allí por una construcción de la política y del discurso político producto de largas batallas dadas por el feminismo, que lejos del traje gris y de las frases de consenso bulle en las desobediencias feministas y las paredes pintadas.
 Primera dama: “chic sin esfuerzo”[11]

Con la asunción de Mauricio Macri en el año 2015 los argentinos asumimos a Juliana Awada, una primera dama que entra en la serie de los grandes modelos de las democracias republicanas modernas. La revista de modas estadounidense Vogue publicó una nota en la que compara a Awada, inevitablemente, según la revista, con una Jacqueline Kennedy moderna y con Michelle Obama (el periódico Clarín señalando esta nota, agregó de manera errónea que Vogue incluyó también a Eva Perón[12]). La nota de Vogue señala la sutil elegancia, la virtud de “dejarse llevar” por su marido y el temple para mantener la calma durante la acalorada campaña presidencial, además realiza un breve listado de los distintos vestuarios que utiliza Juliana Awada según la ocasión, siempre de manera adecuada con lo que se suma a las listas internacionales de las mejor vestidas[13]. Así, la primera dama marca moda con sobriedad y tiene luz propia que, de todos modos, nunca opacará los brillos de su esposo.
Awada ayuda a su marido, pero no hace política en sentido estricto, se preocupa por la asistencia social, la ecología y es una madre joven y hermosa que puede destacar en las reuniones internacionales junto a reinas y princesas y ser portada de cualquier revista de ricos y famosos.
Algunas de las fotografías más celebradas de la primera dama argentina se realizaron en el viaje a Rusia que hizo junto al presidente, una gran cantidad de medios nacionales se hicieron eco de los looks “impactantes”. Quizás la nieve rusa dio el marco necesario para una nueva serie con pieles y gorros. Al contrario de la imagen del presidente que aparece más bien incómodo, cansado del vuelo, Awada desciende con una amplia sonrisa y con el paso de la modelo que recorre la pasarela. El detalle es que la mujer baja primero del avión, lo que puede considerarse una ruptura del protocolo en las visitas de mandatarios a otros países, el presidente se convierte en acompañante, la primera dama en la visita estelar. Una marca de informalidad, ruptura del código icónico habitual. En este sentido y por intermedio de estos gestos el presidente vuelve a ser “el feminista menos pensado” y Cambiemos, una coalición orientada a la derecha política y por ende acartonada y rancia según el estereotipo, se convierte en lo innovador.
La inclusión de Juliana Awada en la tradición de la foto “Vogue”, la revista jueza de la moda y lo distinguido, la consagra y desde que pisa el suelo ruso Awada difumina, o comparte casi en el mismo nivel de aparición en los medios, las reuniones del presidente.
Roland Barthes utilizando la oposición lengua/habla dice que, en el caso de la moda, los vestidos constituyen la “lengua” y cada forma de vestir el “habla”[14]. La lengua de la moda no es una realización individual de la “masa hablante” sino que pertenece a un grupo de decisión que elabora voluntariamente el código a través de lo que llama el “vestido escrito”. Juliana Awada, en palabras de Roland Barthes es convertida en un “individuo normativo” y representa una “palabra” cristalizada. La aparición en Vogue u otras revistas similares señala el rasgo de que la primera dama parece seguir su propio “habla” y no simplemente un mandato de la “lengua” de la moda con lo cual resalta más en el imaginario de lo chic.

Estética selfie y vecindad


Ya es un lugar común el reconocimiento del periodismo y de algunos especialistas en comunicación y coaching al uso redituable que la coalición Cambiemos ha sabido darle a las redes sociales y a las variadas posibilidades comunicativas actuales antes que otros partidos políticos. Cada tipo de red social se configura según distintos modos que crean géneros propios: textos más bien extensos en ciertos temas en Facebook; la brevedad en Twitter, con la búsqueda del juego de palabras, la ironía, el humor; o la primacía de la imagen en Instagram. En todas ellas se comparten enlaces que llevan a otras páginas, en todas domina la imagen, desde la foto de perfil, la de portada, hasta toda imagen -personal o no- que se comparta directamente o por medio de un link.
En este contexto, un tipo de imagen ganó la batalla y se impuso en estos tiempos: la selfie. Casi como en una parábola del “Conócete a ti mismo” inscripto en el templo de Delfos, pasamos a observar nuestras caras, y por fin, aprendimos a sacar nuestra mejor sonrisa. Al comienzo el límite fue la extensión del brazo hasta que, gracias quizás a una memoria prehistórica, un palo que sostiene el teléfono permitió ampliar el panorama y sumar más gente a la fiesta de nuestra foto.
Los fanáticos de alguna estrella buscaban en otros tiempos un autógrafo para atesorar en un pedazo de papel. En la actualidad si cuentan con un teléfono móvil pueden llevarse, según algunos que criticaron a la fotografía en sus inicios con Daguerre, el alma de su ídolo pegada a la propia y sin molestar a ningún transeúnte para que saque la foto, sólo estirando el brazo y acercándose lo más posible.
Si establecemos un vínculo entre esta estética selfie, un modo autosuficiente de la fotografía, con la frase de campaña “Yes, we can” de cuño obamista que se incorporó al ámbito criollo como el “Sí, se puede”[15], encontramos que estos dos aspectos, la estética selfie y el “sí, se puede”, parecen concebir juntos una idea de corta duración que se lanzó a mediados del año 2017 desde el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: la agradeselfie. La idea consistía en sacarse una selfie como una foto ilustrativa que busca dejar testimonio de alguna buena experiencia de ciudadanía vivida entre vecinos, amigos, familiares y compañeros de trabajo. “La manera de reconocer gestos de grandes vecinos”, definió el Gobierno de la Ciudad en un spot y enumera acciones como saludar al colectivero, no tapar rampas, devolver objetos perdidos, ayudar a arrancar un auto. “Estos pequeños gestos también nos ayuda a vivir cada día mejor”, afirman en el video ilustrativo. Esta publicidad de los buenos gestos hecha por el sujeto que en la configuración de ese nosotros “vecino” se suma al “sí, se puede”.
En relación con el vecino “activo”, un tópico instalado desde los años 90 en Argentina y revitalizado por Cambiemos estos últimos años es el del “emprendedurismo”. La figura del emprendedor se sustenta en elevar la participación del sector privado en la economía por sobre la injerencia del sector público, el emprendedor es el sujeto transformador que asume sus propios riesgos y que de tener éxito se merece, por su esfuerzo e inteligencia, el mejor de los mundos posibles. Además, el emprendedor actual tiene las cualidades, según Mariano Mayer, Director General de Emprendedores del Gobierno de la Ciudad, de una permanente voluntad de cambio, de combinar en los proyectos de no sólo un costado económico, sino ambiental y social; y, por último, de trabajar en equipo[16]. En resumidas cuentas, el abc del discurso político, al menos superficial, de Cambiemos. El polo contrario es el de la llamada “economía social” ejercida desde el estado y que hace foco sobre los sectores sociales postergados por medio de proyectos económicos colectivos, en perfecta oposición con el emprendedor aparece así en el ideario político argentino la figura del “planero”, como la de aquel que vive del esfuerzo de los otros. En ambos casos se borronea la historicidad de los sujetos y se presentan verdades y mentiras parciales.
El filósofo Byung-Chul Han menciona que ya no vivimos en las sociedades de control de las que habló Michel Foucault sino en la “sociedad del rendimiento” que se caracteriza por el verbo poder: “Su plural afirmativo y colectivo Yes, we can expresa precisamente su carácter de positividad. Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley.”[17] El fallido proyecto de la “agradeselfie”[18] parece ilustrar estas palabras del filósofo coreano, se intentó la separación entre gobierno y “vecinos” ya que todos los habitantes de la ciudad de Buenos Aires serían agentes “positivos” de la trasformación, “emprendedores” de su destino, de manera libre elegirían plasmar en imágenes lo “bueno” en contraste con las malas prácticas de otros vecinos. La colaboración y la “buena onda” construiría un reverso bien delimitado. Como dato anecdótico de la agradeselfie, varios famosos[19] eligieron hacerla con mucamas, encargados de seguridad y porteros en un borramiento inocente de que quienes “nos hacen la vida mejor” suelen encontrarse, como una suerte o una fatalidad, empleados y sujetos a un salario.


Notas


[1] Barthes, Roland, Mitologías, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014, pág. 166
[3] Ídem, pág. 235
[4] Verón, Eliseo, La semiosis social, Buenos Aires, Gedisa, 1987, pág. 122
[5] Citado en La danza de los signos, ob. cit., pág. 241.
[6] Ghiglione, Rodolphe. “Le contrat de communication: theories et experimentations, systemes de communication, contrats de communication”, en Champs Educatifs, 4, París, 1983, pp. 9-25
[7] Courtine, Jean-Jacques. “Analyse du discours politique”, capítulo 2, en Langages, número 62, París, 1981,  traducción de María del Carmen Saint-Pierre.
[9] Barthes, Roland. Mitologías, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014, pág. 138
[10] Varela, Alejandra, “¿Existe el manuscrito en la era digital? Entrevista a Roger Chartier”, en Revista Ñ, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, versión digital en https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/existe-manuscrito-mundo-digital_0_rkkiYrnsZ.html, consultada el sábado 30 de septiembre de 2017.
[11] Tomamos para el título la expresión en inglés que utiliza la revista Caras "effortless chic". http://caras.perfil.com/2018-01-23-190699-looks-de-juliana-awada-rusia/
[12] https://www.clarin.com/politica/juliana_awada-revista-vogue_0_BkmlyLCuDXx.html
[13] https://www.vogue.com/article/argentina-first-lady-juliana-awada-politics-michelle-obama
[14] Barthes, Roland. Elementos de semiología, Madrid, AC, 1971, pp. 29-30, traducción de Alberto Méndez.
[15] Quizás una transcripción más literal “Sí, nosotros podemos” hubiera sonado demasiado exclusivista en un país donde la idea de patria aparece más deshilachada que en Estados Unidos. Ese “nosotros” en Argentina hubiera apuntado de manera evidente al sector social al que pertenece el actual presidente.
[16] http://noticias.universia.com.ar/consejos-profesionales/noticia/2015/09/02/1130540/en-futuro-trabajo-muchisimo-ver-emprendedor-empleado-opino-especialista-mariano-mayer.html
[17] Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio,. Barcelona, Herder, 2017, pág. 26
[18] El proyecto “Agradeselfie” fue rápidamente ridiculizado desde las redes y criticado por partidos políticos como Evolución y el Frente de izquierda, éste último realizó una apropiación llamándola selFIT que consistía en sacarse selfies con militantes y con trabajadores.
[19] https://www.puraciudad.com.ar/con-la-agradeselfie-el-gcba-quiere-que-vecinos-viralicen-historias-de-solidaridad/



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