miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿Habrá "gato" para rato?

Ensayo semiológico

Trabajo práctico

Segundo cuatrimestre de 2019

Título: ¿Habrá gato para rato?

Autora: Sofía Pavesi

Desprovista de toda connotación, la palabra gato remite al felino, pero, como toda cosa en este mundo, los animales también caen bajo el yugo subjetivo de la mirada humana. La productividad de su connotación tiene amplísimas fronteras, sus acepciones podrían encontrar un sentido tanto en la brujería o mala suerte medieval europea como en la jerga política argentina del siglo XXI.

El discurso político es a menudo de difícil decodificación, no sólo porque el funcionamiento de las gestiones gubernamentales no es sencillo de transmitir o de ser comprendido por los ciudadanos alejados de la política representativa, sino, y, sobre todo, porque suele ocultar más de lo que muestra públicamente. Quizás para allanar este camino, la capacidad de síntesis que suele presentar la cultura popular haya tomado las figuras políticas argentinas como objeto de reiteradas vinculaciones con animales a lo largo de la historia. Al respecto, en una nota dada al diario Perfil, el autoproclamado creador de Macri gato, Matías Mustacciolo, recuerda que el mecanismo connotativo en cuestión no es novedoso, "A Néstor se le decía pingüino, a Onganía la morsa, a Illia la tortuga. ¡Incluso a CFK la llamaban la yegua! Tampoco es la primera vez que este animal entra en la política argentina: Perón decía que el peronismo era como una bolsa de gatos. El “Macri gato” explotó como un fenómeno viral que trasciende lo “gato” y trasciende a Macri: está cargado de muchos simbolismos." Esta última afirmación se destaca, pues, frente a las metáforas históricamente tan comunes en Argentina, cabe preguntarse si "lo gato” que acompaña el apellido del actual presidente implica, en realidad, una trascendencia distinta.

Abarcar todas las connotaciones de las que ha sido objeto sería una tarea muy dificultosa, sin embargo, se torna inevitable prestar especial importancia a una en particular: cierta convención vincula “gato” con el concepto de vigilancia.

De acuerdo con las características del animal, pareciera coherente pensar el término en relación a la vigilia nocturna, aunque la implicancia semántica es mucho más directa y clara. El denominado “lenguaje tumbero” ofrece una explicación. En las cárceles llaman “gato” al obsecuente del jefe del pabellón, quien ejerce autoridad no para él, sino para los miembros de mayor jerarquía, “Macri sería el gato de alguien más: de Trump o de las empresas, según a quién se le pregunte”, afirma Mustacciolo.

Es cierto que, si hablamos de Mauricio Macri, la tentación de poner en foco el histórico lazo entre la derecha y la vigilancia se hace difícil de rehusar y, por supuesto, también es verdad que se trata de una relación peyorativa. Esas no son las reflexiones más interesantes si desvían la atención hacia la manera en que su destinatario lo recibe, esto es ¿qué piensa Macri sobre su impuesta condición de gato?

Los integrantes de Propuesta Republicana (PRO) son activos usuarios de las redes sociales, que usan para comunicar su mensaje político. Es a través de Instagram que el presidente calificó su apodo de "muy ocurrente" con cierto agrado, pero, a la luz de las numerosas significaciones que caracterizan la palabra, es factible pensar que esta actitud no responde más que a la puesta en acción del mito burgués en términos de Roland Barthes. Así, la adjetivación pone en funcionamiento un mecanismo doble, por un lado, el presidente asume la significación del epíteto como algo vagamente negativo -de otro modo, su declaración sería impertinente-, pero esa misma vaguedad es también compensatoria, ya que permite deshistorizar el término. Difícilmente premeditada, la “ocurrencia” es siempre espontánea, por lo que el término descripto de este modo parece carecer de segundas intenciones o, por lo menos, de intenciones demasiado racionalizadas. Como consecuencia, el procedimiento de la “vacuna” ha sido efectivo, se ha admitido cierta probable negatividad en pos de rescatar la cercanía que generan los apodos y el carácter despectivo queda sin soporte. Así, el significado de gato resulta tan vacío como su connotación, la vinculación con el lenguaje carcelario no pasa ni remotamente por el pensamiento del mandatario, quien no contento con sus declaraciones cibernéticas, a principios de 2019 aprovecha un acto oficial en la localidad de Roque Pérez (Buenos Aires) para presumir, también con picardía, la coincidencia entre su apodo y el lugar geográfico en el que desarrolla su anuncio, Arroyo El gato. Mucho más cerca del presente, a comienzos de noviembre, tras perder las elecciones, el actual presidente encabezó un encuentro de gabinete que aprovechó para mostrar cierta expectativa respecto del futuro de su carrera política a pesar de la derrota. Como estrategia discursiva recurrió a su apelativo para romper la tensión: “…no me voy a ir a ningún lugar. Hay Mauricio para rato. O debería decir: hay Gato para rato”, bromeó.

Desde el comienzo de la gestión presidencial hasta la actualidad, la cantidad de episodios mediáticos que otorgan importancia al seudónimo podrían llenar varias páginas, pero arribarían todos al mismo resultado: tanto Macri como sus seguidores lo festejan.

Macri gato, la marca

Las nuevas tecnologías mediáticas no sólo son contenedoras de información, sino que ejercen una dinámica influencia sobre sus usuarios. Se trata de un abstracto -o quizás, muy concreto- comercio de ideas. Al respecto, el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky observa el nacimiento de un nuevo tipo de comunicación política en Estados Unidos alrededor de los años '50, que bien podría reinterpretarse a través de la actual dinámica tecnológica. Según explica, luego del marketing comercial, el marketing político pretende vender un "producto" con métodos de seducción que involucran, entre otras estrategias, una aparente sinceridad o simplicidad, ¿no es esto, acaso, lo que hace Macri al compartir su simpatía respecto al seudónimo en redes sociales o al comentarlo para romper la formalidad de actos políticos?

No es casual que el joven diseñador gráfico arriba nombrado salga en numerosos medios como una especie de héroe social por haber creado una página web sobre el tema, y denominar Macri gato como “marca propia”. Un titular de tantos, publicado en agosto de 2017, destaca sus dichos: "Soy el responsable del triunfo de Cambiemos en todo el país". Aunque se trate de una nota incorporada a la sección "Humor político" (Infobae), como toda broma tiene cierto contenido de verdad pues, si bien el muchacho no ha inventado el apodo, sí su difusión como producto on line al que atribuye efectos políticos.

Una de las características centrales de la publicidad es generar identificación entre usuario y mensaje, esto es, entre consumidor y producto. El vínculo es de una necesidad inventada, pero tan bien, que su apariencia es verosímil por completo. Ahora, si se toma Macri gato como una marca, es decir, como producto del marketing político argentino, la “necesidad inventada” se tornará, quizás, un poco más realista y jugará un rol muy importante. En tal sentido, cabe una breve retrospectiva: es posible afirmar que la mediatización viral de gato como adjetivo del presidente tuvo origen en una oposición al oficialismo con intenciones de atacar su imagen ideológicamente. Frente a ello, es posible que, si bien las intenciones insultantes fueran claras, no así su específico contenido connotativo, por lo que puede pensarse que gato implicara una calificación extraña para Macri que, incapaz de imaginar la rareza de lo otro, cual burgués desde la perspectiva barthesiana, sólo advirtió cierta peligrosidad en su identificación con el término.

Podría decirse, entonces, que esta felinidad amenazante de la renovada vitrina mediática, le ofreció las mismas dos alternativas que tiene cualquier consumidor: despreciar la oferta y dejar stock disponible para los demás compradores, o interpretarla como una necesidad y apropiársela para asegurar su efecto, naturalizar su adquisición como rasgo distintivo de su persona.

Sobre el impacto final del procedimiento connotativo en la imagen pública de Mauricio Macri podría escribirse otro artículo, pero no hay dudas de la certeza que sobre el discurso político establece Lipovetski: los publicistas han ganado la partida.


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