Ensayo
semiológico
Trabajo
práctico
Segundo cuatrimestre de 2019
Segundo cuatrimestre de 2019
Título: ¿Habrá gato para rato?
Autora: Sofía Pavesi
Desprovista
de toda connotación, la palabra gato remite al felino, pero, como toda cosa en
este mundo, los animales también caen bajo el yugo subjetivo de la mirada
humana. La productividad de su connotación tiene amplísimas fronteras, sus
acepciones podrían encontrar un sentido tanto en la brujería o mala suerte medieval
europea como en la jerga política argentina del siglo XXI.
El
discurso político es a menudo de difícil decodificación, no sólo porque el
funcionamiento de las gestiones gubernamentales no es sencillo de transmitir o
de ser comprendido por los ciudadanos alejados de la política representativa,
sino, y, sobre todo, porque suele ocultar más de lo que muestra públicamente.
Quizás para allanar este camino, la capacidad de síntesis que suele presentar
la cultura popular haya tomado las figuras políticas argentinas como objeto de
reiteradas vinculaciones con animales a lo largo de la historia. Al respecto,
en una nota dada al diario Perfil, el autoproclamado creador de Macri gato,
Matías Mustacciolo, recuerda que el mecanismo connotativo en cuestión no es
novedoso, "A Néstor se le decía pingüino, a Onganía la morsa, a Illia la
tortuga. ¡Incluso a CFK la llamaban la yegua! Tampoco es la primera vez que
este animal entra en la política argentina: Perón decía que el peronismo era como
una bolsa de gatos. El “Macri gato” explotó como un fenómeno viral que
trasciende lo “gato” y trasciende a Macri: está cargado de muchos
simbolismos." Esta última afirmación se destaca, pues, frente a las
metáforas históricamente tan comunes en Argentina, cabe preguntarse si "lo
gato” que acompaña el apellido del actual presidente implica, en realidad, una
trascendencia distinta.
Abarcar
todas las connotaciones de las que ha sido objeto sería una tarea muy
dificultosa, sin embargo, se torna inevitable prestar especial importancia a una
en particular: cierta convención vincula “gato” con el concepto de vigilancia.
De
acuerdo con las características del animal, pareciera coherente pensar el
término en relación a la vigilia nocturna, aunque la implicancia semántica es
mucho más directa y clara. El denominado “lenguaje tumbero” ofrece una
explicación. En las cárceles llaman “gato”
al obsecuente del jefe del pabellón, quien ejerce autoridad no para él, sino
para los miembros de mayor jerarquía, “Macri sería el gato de alguien más: de
Trump o de las empresas,
según a quién se le pregunte”, afirma Mustacciolo.
Es cierto que, si hablamos de Mauricio
Macri, la tentación de poner en foco el histórico lazo entre la derecha y la
vigilancia se hace difícil de rehusar y, por supuesto, también es verdad que se
trata de una relación peyorativa. Esas no son las reflexiones más interesantes
si desvían la atención hacia la manera en que su destinatario lo recibe, esto
es ¿qué piensa Macri sobre su impuesta condición de gato?
Los integrantes de Propuesta
Republicana (PRO) son activos usuarios de las redes sociales, que usan para
comunicar su mensaje político. Es a través de Instagram que el presidente
calificó su apodo de "muy ocurrente" con cierto agrado, pero, a la
luz de las numerosas significaciones que caracterizan la palabra, es factible
pensar que esta actitud no responde más que a la puesta en acción del mito
burgués en términos de Roland Barthes. Así, la adjetivación pone en
funcionamiento un mecanismo doble, por un lado, el presidente asume la
significación del epíteto como algo vagamente negativo -de otro modo, su
declaración sería impertinente-, pero esa misma vaguedad es también
compensatoria, ya que permite deshistorizar el término. Difícilmente
premeditada, la “ocurrencia” es siempre espontánea, por lo que el término
descripto de este modo parece carecer de segundas intenciones o, por lo menos,
de intenciones demasiado racionalizadas. Como consecuencia, el procedimiento de
la “vacuna” ha sido efectivo, se ha admitido cierta probable negatividad en pos
de rescatar la cercanía que generan los apodos y el carácter despectivo queda
sin soporte. Así, el significado de gato resulta tan vacío como su connotación,
la vinculación con el lenguaje carcelario no pasa ni remotamente por el
pensamiento del mandatario, quien no contento con sus declaraciones
cibernéticas, a principios de 2019 aprovecha un acto oficial en la localidad de
Roque Pérez (Buenos Aires) para presumir, también con picardía, la coincidencia
entre su apodo y el lugar geográfico en el que desarrolla su anuncio, Arroyo El
gato. Mucho más cerca del presente, a comienzos de noviembre, tras perder las
elecciones, el actual presidente encabezó un encuentro de gabinete que
aprovechó para mostrar cierta expectativa respecto del futuro de su carrera
política a pesar de la derrota. Como estrategia discursiva recurrió a su
apelativo para romper la tensión: “…no me voy a ir a ningún lugar. Hay Mauricio
para rato. O debería decir: hay Gato para rato”, bromeó.
Desde
el comienzo de la gestión presidencial hasta la actualidad, la cantidad de
episodios mediáticos que otorgan importancia al seudónimo podrían llenar varias
páginas, pero arribarían todos al mismo resultado:
tanto Macri como sus seguidores lo festejan.
Macri gato, la marca
Las nuevas tecnologías mediáticas no
sólo son contenedoras de información, sino que ejercen una dinámica influencia
sobre sus usuarios. Se trata de un abstracto -o quizás, muy concreto- comercio
de ideas. Al respecto, el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky observa el nacimiento de un nuevo tipo de comunicación política en Estados
Unidos alrededor de los años '50, que bien podría reinterpretarse a través de
la actual dinámica tecnológica. Según explica, luego del marketing comercial,
el marketing político pretende vender un "producto" con
métodos de seducción que involucran, entre otras estrategias, una aparente
sinceridad o simplicidad, ¿no es esto, acaso, lo que hace Macri al compartir su
simpatía respecto al seudónimo en redes sociales o al comentarlo para romper la
formalidad de actos políticos?
No es casual que el joven diseñador
gráfico arriba nombrado salga en numerosos medios como una especie de héroe
social por haber creado una página web sobre el tema, y denominar Macri gato
como “marca propia”. Un titular de tantos, publicado en agosto de 2017, destaca
sus dichos: "Soy el responsable del triunfo de Cambiemos en todo el
país". Aunque se trate de una nota incorporada a la sección "Humor
político" (Infobae), como toda broma tiene cierto contenido de verdad pues,
si bien el muchacho no ha inventado el apodo, sí su difusión como producto on
line al que atribuye efectos políticos.
Una
de las características centrales de la publicidad es generar identificación
entre usuario y mensaje, esto es, entre consumidor y producto. El vínculo es de
una necesidad inventada, pero tan bien, que su apariencia es verosímil por
completo. Ahora, si se toma Macri gato como una marca, es decir, como producto
del marketing político argentino, la “necesidad inventada” se tornará, quizás,
un poco más realista y jugará un rol muy importante. En tal sentido, cabe una breve retrospectiva:
es posible afirmar que la mediatización viral de gato como adjetivo del
presidente tuvo origen en una oposición al oficialismo con intenciones de
atacar su imagen ideológicamente. Frente a ello, es posible que, si bien las
intenciones insultantes fueran claras, no así su específico contenido
connotativo, por lo que puede pensarse que gato implicara una
calificación extraña para Macri que, incapaz de imaginar la rareza de lo
otro, cual burgués desde la perspectiva barthesiana, sólo advirtió cierta
peligrosidad en su identificación con el término.
Podría
decirse, entonces, que esta felinidad
amenazante de la renovada vitrina mediática, le ofreció las mismas dos
alternativas que tiene cualquier consumidor: despreciar la oferta y dejar stock disponible para los
demás compradores, o interpretarla como una necesidad y apropiársela
para asegurar su efecto, naturalizar su adquisición como rasgo distintivo de su
persona.
Sobre el
impacto final del procedimiento connotativo en la imagen pública de Mauricio
Macri podría escribirse otro artículo, pero no hay dudas de la certeza que
sobre el discurso político establece Lipovetski: los publicistas han ganado la
partida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario