viernes, 23 de noviembre de 2018

Globos

Ensayo semiológico

Trabajo práctico - Segundo cuatrimestre de 2018

Globos

Stella Cinquepalmi

Un globo es un objeto de goma o de otro material flexible, generalmente de forma redonda u ovalada, que relleno de aire o de un gas menos pesado, se eleva en el aire y sirve de juguete para los niños o como adorno en algún lugar. Esta definición es la que nos aporta la Real Academia Española. Y, como tal, la figura de un globo, en cuanto lenguaje-objeto, refiere  inmediatamente a la idea de juego de niños o de fiesta, y en ambos casos, a risas y diversión.

Debemos prestar especial atención al contenido del globo: el aire, una sustancia gaseosa y volátil que lo hace inasible e inconsistente. 

La incorporación de globos en escenografías de marco festivo durante campañas políticas forma parte de una práctica que en Estados Unidos se viene desarrollando desde los años sesenta. Con el correr de los años este modelo fue adoptado por diversos espacios políticos en otros países del mundo. También influyó en el nuestro, donde en este último tiempo los globos se identifican con un modo de hacer política.

Tratemos de reconocer el mecanismo a través del cual el vacío interior característico del globo se traslada al decir político, a un discurso vaciado de contenido por asimilación a la imagen del globo. 

A través de una retórica diseñada en tono de festejo, el globo contribuye a la eficacia de un discurso persuasivo que busca acercar simpatizantes (y votantes) que descreen de la política en su sentido pleno, que no la consideran una herramienta fundamental para la toma de decisiones de gobierno en cuanto a que afectan directamente a la sociedad y al Estado. Y frente a la participación activa del ciudadano que impone un modelo como el que estuvo  vigente en el país durante los últimos años. Optan por una actitud pasiva, prefieren delegar la actividad política a manos de entendidos o expertos en la materia, sin involucrase personalmente.

De esta forma se hace posible que en el marco de diversión que encuadra la actividad política de cara a su electorado, se pueda llevar a cabo el trasvasamiento de la noción de vacío interior del globo al discurso político. 

Descuidada la oratoria tradicional como medio persuasivo, se recurre a un mensaje político hueco, sin contenido, que se plasma en frases simples y mensajes breves, casi telegráficos, tan efímeros como la vida misma de un globo, y que apela a conmover a un público (electorado) particular.  Es el resultado de técnicas publicitarias aplicadas al discurso político.

Apunta a un votante que está dispuesto a dejarse seducir por esta nueva modalidad de hacer política, que no requiere compromiso, y que no está atenta a la  inconsistencia o no de sus propuestas ni a la vaguedad de las consignas difusas o poco específicas. 

Se trata de una “nueva generación” de dirigentes  que se manifiesta claramente opositor a la vieja política atribuida al signo político que gobernó el país durante la última década: una política que considera planteada en términos de conflicto permanente.  

Esta retórica está fundada en la equiparación de la política con un juego de niños, atractiva para una porción de la sociedad. Su efectividad se ve potenciada por la incorporación de los globos, que le aportan la carga de inocencia y de ilusiones que le son propias por naturaleza. 

El mensaje político adquiera, de esta forma, una nueva significación. Se obtiene un nuevo discurso desprovisto de conceptos terminológicos precisos y que desestima la argumentación porque no le hace falta. 

Este discurso apunta, fundamentalmente, al plano emotivo, a la comunión en torno a consignas que se posicionan en el polo opuesto del modelo que sus seguidores están deseosos de desterrar.  

Un tipo de política, comprendida y aceptada en el mismo plano que la diversión, la hace pasible de ser transformada, a través de un metalenguaje, en la no-política o la antipolítica. 
Sólo una vez comprendido este proceso a través del que la política se despoja de la política, se puede llegar a comprender por qué, frases como “hay que desideologizar la política exterior”, en boca de nuestra canciller hace poco más de un año, no producen, por lo menos, asombro en buena parte de la sociedad, aunque sea por el contrasentido que la frase en sí misma encierra. La política exterior es política, por definición, y quien la expresa, lo hace en función de su cargo político.

El globo, como mito, nos remite al juego, al espacio lúdico, que es el que, por otra parte, dota de sentido al nuevo mensaje político: el que se quiere desentender de la política. 
Podríamos definir al globo como la metáfora que consuma la paradoja de una política despolitizada.

Es en el plano connotativo que este metalenguaje se convierte en una clara ideología,  también paradójica, en tanto debemos entender por ideología a la “desideologización de la ideología”. 

Aunque parezca un juego de palabras no lo es; en todo caso se trata de otro contrasentido que habrá que seguir desentrañando. 


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